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Sonrisa titubeante

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Si saludan únicamente a los que los tratan bien, ¿qué hacen de extraordinario? Eso lo hacen también los paganos, Mateo 5:47.

EN BUENOS AIRES, Argentina, solemos viajar en tren. Es el transporte más veloz. Una noche quería llegar pronto a casa de mi hija, para ver a mi nietecita. Iba sola. Pasaron una, dos, tres estaciones. Bajaron pasajeros, subieron otros. Comencé a prestarles atención. Algunos iban muy bien vestidos, otros más informales. Mis ojos se deleitaron al ver los diferentes colores y combinaciones de atuendos, los zapatos, los bolsos, los accesorios bien elegidos.

De repente mis ojos se posaron en una carriola que llevaba a un bebé como de quince meses. Movía sus piernitas, sus manos inquietas se esforzaban por alcanzar lo que pudieran. Levanté la vista para mirar el rostro del bebé y en el instante que iba a sonreírle y saludarlo desde lejos, noté una extraña protuberancia en su frente. Un extraño bulto había «arruinado» su belleza.

Fingí estar distraída, pero lo volvía mirar de reojo. El pequeño esperaba, como queriendo saber si iba a «jugar» con él. En ese momento el tren llegó a la siguiente estación y madre e hijo se perdieron en la plataforma.

El tren continuó su recorrido, pero mi mente quedó intranquila, me invadió la confusión. ¿Por qué había reaccionado así? ¿Por qué no había sonreído al pequeño del chipote en la frente? Concluí que, cuando encontramos lo inesperado, tratamos de ser indiferentes.

¿Has sonreído a un precioso bebé? ¿Cuántas veces has sonreído a la anciana que viste harapos, al hombre manco, al bebé que tiene algún rasgo desagradable, a la madre que tiene una gran cicatriz en la mejilla?

No dejes de sonreír a quienes son diferentes. No seas cobarde y evites su mirada como si no existieran. Muchos se han confinado al aislamiento indiferente. ¡Derriba ese muro! ¡Sonríe al bebé poco atractivo! ¡A la mujer cuya ropa está casi hecha hilos! Sonríe a quien no tiene una apariencia bella y regálale tu aceptación. No titubees. Quizá tu sonrisa será el único regalo que hayan recibido en mucho tiempo. Sonreír es un acto de bondad del que nunca debes avergonzarte.

Susana Schulz

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