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COMO GERENTE de una estación de radio, mi esposo constantemente está en busca de equipos electrónicos. Estaba de visita en casa de mi madre y mi hermana, cuando decidí comprar algo que él mismo quisiera regalarse. Había un aparato en particular al que tenía echado el ojo, pero no lo compraba porque esperaba a que corrigieran los errores de esa tecnología. Esperé antes de ordenarlo a que mi esposo manifestara que ya estaba satisfecho con su desempeño. Cuando estuve segura de que ya lo quería, lo compré por Internet. La confirmación de la orden decía que llegaría el día después de que yo me fuera.
Se me estrujó el corazón. Le comenté mi predicamento a mi madre y también se decepcionó, porque sabía que era algo muy importante para nosotros; tanto que yo lo comprara, como que él lo usara para la obra del Señor. Después de discutir la situación, decidimos ponerla en oración. Cada día rastreé el paquete en línea. Parece que el paquete se quedó en un solo lugar varios días. Luego el huracán Dean amenazó con poner fin a cualquier movimiento. ¡Pero cambió de curso!
En mi último día de visita pensé constantemente en el regalo de mi esposo que no llegaba. Fui a la habitación de mi madre y hablé con Dios. Le recordé mi petición de una entrega a tiempo para que pudiera dar su regalo a mi esposo. El tiempo parecía avanzar con suma rapidez.
A mi sobrina de cinco años, que siempre escuchaba el timbre, le informaron que su tía esperaba un paquete de UPS muy importante, así que debía estar pendiente de que llegara el camión. Así que todo el día nos estuvo avisando. A las 6:00 p.m., fue a verme.
-Tía, no he visto el camión pero todavía tenemos tiempo.
Nos había escuchado discutir que la última hora de entrega serían las 7.
A las 6:30 mi fe se tambaleaba pero a las 6:38, mi sobrina dio un brinco y grito.
-¡Hay alguien en la puerta! Hay alguien en la puerta y creo que son los de UPS.
Así era, con minutos de sobra.
De nuevo Dios me demostró que él está al mando. Conoce cuáles son nuestros deseos más profundos y escucha nuestros ruegos genuinos.
Brenda Outley