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ME GUSTA CASI TODA LA MÚSICA tocada en casi cualquier instrumento. Me doy cuenta de que varias preciosas promesas se encuentran en la letra de muchos de los viejos himnos gospel, que me proporcionan alegría, consuelo y tranquilidad cuando me siento mal. Me aseguran que mis pecados quedaron perdonados. Cuando pienso en quién es Dios y quién soy, recuerdo que Cristo me ama.
Veo la creación de Dios en las bellas flores, los majestuosos árboles, las imponentes montañas, las formaciones de nubes y cuando escucho a los pájaros cantar o las olas del océano. Sé que este mundo es de mi Padre y él hizo todas las cosas brillantes y hermosas. No es sorpresa que el compositor escribiera: «Grande eres tú». Cuando rugen las tormentas en mi vida, escucho a Dios que me dice: «Paz, paz, cuán dulce paz». Cuando mi fe se debilita, puedo cantar «¡Oh!, tenga yo la ardiente fe que ante enemigos mil no temblará».
Nadie nos entiende como Jesús, porque es el mejor amigo que podríamos tener. Su amor es más grande de lo que pueden describir la pluma y la lengua. Así que cuando te sientas triste o dudes que tus pecados queden perdonados, cuando te sientas sola y deprimida por la pérdida de un ser querido, canta algunos versos de tus himnos o canciones gospel favoritas; te garantizo que te sentirás a salvo en los brazos de Cristo. Jamás te abandonará y el sol brillará en tu alma.
Como Dios ha sido tan bueno conmigo, le agradezco por las montañas que me ha traído, las pruebas de las que me ha sacado, por cada bendición. Lo alabo. Al reflexionar que algún día todas nuestras pruebas se acabarán y ya no existirán las preocupaciones terrenales, conservo mi esperanza en la venida del Señor. Reposo, pues sé que en esa tierra de días infinitos no envejeceré. Me sentaré lado a lado con mis amistades en la mesa de bienvenida. Me uniré al coro celestial que cantará: «El Señor del universo, él es el rey de la gloria». Cuando lleguemos al cielo, será un día de regocijo, pues veremos a Dios cara a cara. Oro para que ahí estemos.
Marie H. Seard