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Seré sus manos

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Enjugará las lágrimas de sus ojos, Apocalipsis 21: 4.

HABÍA PASADO MÁS DE MEDIO SIGLO desde la última vez que estuve ahí. De los seis gigantescos dinosaurios de cemento, quedaba uno solo: Dinny, que se levantaba por sobre árboles y riachuelos. Para protegerla de pequeños pies escaladores, una malla de alambre de púas rodeaba su cola ciclópea (que tenía varias grietas), que hacía curva casi hasta llegar hasta al hogar de los monos. ¡Dinny siempre fue mi favorito! Nos sentamos sobre uno de sus enormes pies, había mucho espacio para ambas. ¡De niña, no era extraño que su tamaño me asombrara tanto!

-¿Tu mamá y tu papá te traían?-Melissa preguntó mientras daba unas palmadas a uno de los tremendos dedos de Dinny.

-¡Sí, claro! -respondí-. Veníamos en nuestro modelo A -luego tuve que explicar qué era eso. Contemplé el agua. Parecía que había una distancia tan larga desde el viejo puente de hierro hasta el zoológico, situado en su propia islita en medio del río Bow. Mismo camino, mismo río, mismo puente, mismo zoológico, aunque de cierto modo, parecían más pequeños. Pero Dinny, no. Estaba tan impresionante como siempre. Aunque ahora, sin mis padres. Solamente recuerdos que me inundaron a medida que los evocaba en voz alta.

-Cuando tenía tu edad, esta era mi aventura favorita en todo el mundo. Algunos de mis recuerdos más viejos son de jugar en este parque.

Le conté historias de otras reproducciones que habían existido y prometí enseñarle fotos cuando volviéramos a casa. Entonces me di cuenta. Esa réplica gigantesca no debió ser muy emocionante para mis padres. Teníamos poco dinero para darnos lujos pero gastaban tiempo, energía y dinero para llevarme ahí, porque me encantaba. Se me derramaron las lágrimas y las dejé caer hasta mi mano.

De repente sentí unos leves toques en las mejillas. Era la mano de Melissa.

-Dios no está aquí ahora —dijo con su voz infantil-. Yo te quitaré las lágrimas. Seré sus manos.

Abracé con fuerza su rechoncho cuerpecito mientras derramaba más lágrimas. «Seré sus manos.» ¡Qué adorable! «Para los demás, ¿he sido sus manos en este planeta?», me pregunté.

Nos dirigimos a la salida. La peregrinación había tenido más éxito del que había anticipado. Quiero ser sus manos para los demás.

Arlene Taylor

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