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CUANDO MIRO POR LAS VENTANAS DE LA TERRAZA del primer piso de mi casa, a la distancia contemplo la magnificencia del pico de Ibituruna. A 1123 metros de altura, sus características lo hacen uno de los mejores sitios en Brasil para practicar paracaidismo. ¡Qué belleza tan asombrosa y majestuosa!
Sin embargo, al bajar la mirada desde la ventana de mi habitación veo algo totalmente diferente. Un hombre desaliñado, alto, de ojos oscuros, que se ve muy descuidado. Vive justo en la esquina de la calle y eso toda la ciudad lo sabe. El canal de TV local hizo un reportaje de él una vez.
El reportaje me dio la oportunidad de ver a ese hombre después de asearse. Su apariencia era por completo distinta. El canal hasta había localizado a su madre, que vivía cerca de la capital del estado. La noticia de hacer un intento de ayudarlo agradó a muchos residentes de nuestra ciudad. Sin embargo, tras unos días, hizo una sorprendente elección: rehusó volver con su familia. Su hogar preferido era la calle.
Una pareja cristiana le ofreció un cuarto cómodo, que también rechazó.
-¡No lo quiero! Luego me van a comenzar a exigir: que me bañe, me corte el pelo y las uñas. ¡Quiero vivir como me gusta!
En las noches frías y lluviosas, mi hija Ariane y yo nos asomamos por nuestras ventanas y sufrimos al ver a ese hombre callejero. Cuando ella lo menciona, al parecer más sufriente que yo, le digo:
-¡Corazón, es muy triste! Pero es su elección.
Tuvo la oportunidad de vivir en una casa; sin embargo, el gobierno ha respetado su decisión. Hay personas que, como ese hombre, rehúsan las mejores cosas de la vida, hasta las promesas de Dios, porque no quieren tener compromisos.
Muchas veces los humanos usan su libre albedrío incorrectamente. Rechazan lo mejor que se le puede ofrecer a la humanidad: una tierra en donde todo estará en perfecto equilibrio e imperará un gozo exuberante, ¡donde todo lo que sufrimos aquí ya no existirá!
«Señor, ayúdame a elegir lo mejor, las cosas que me ayudarán a moldear mi carácter de acuerdo a tu voluntad, lo único que me llevará de esta vida al cielo por la eternidad.»
Eny Ruella Silva