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COMO ESPOSA DE UN MINISTRO, he tenido que mudarme varias veces. Hace un tiempo tuvimos que mudarnos de una casa a otra en la misma ciudad. Sin importar la distancia, mudarse resulta estresante. Se requiere mucho trabajo para preparar y empacar todo, luego hacer los arreglos y limpiar, desempacar y colocar todo en su lugar. Al final todo estaba en su sitio y la casa, organizada y limpia. ¡Qué maravillosa sensación! Parecía un pequeño trozo del cielo. Esa noche dormimos pacíficamente, listos para reiniciar nuestra rutina.
Tarde en la mañana del día siguiente, recibimos una llamada del jefe de mi esposo, para informarle que nos transferirían a otra ciudad debido a una necesidad ahí. Incapaz de moverme, caí al suelo, mirando la sala donde todo estaba colocado. ¡Ni siquiera nos habíamos establecido en nuestro nuevo hogar y ya teníamos que comenzar otra vez el proceso de la mudanza!
Aunque la noticia casi me había paralizado, mi corazón se consoló con la hermosa promesa de que Jesús nos prepara un hogar. Esa mudanza será definitiva. No será necesario empacar. En cuanto lleguemos al cielo, todo ya estará en su lugar, Cristo habrá preparado todo para que entremos a ese nuevo hogar y vivamos ahí para siempre. ¡Sin tristeza, separaciones, cansancio, estrés o cualquier cosa similar! Finalmente, una vida de paz y armonía perfecta será nuestra.
Los preparativos para esa mudanza especial deberían comenzar ya, porque nuestro Señor espera para recibirnos con los brazos abiertos.
Mientras tanto, al esperar el día cuando me mudaré a este lugar maravilloso que Cristo me prepara, quiero deshacer mi orgullo, desempacar mis talentos ocultos y limpiar cada rincón de mi corazón. Quiero quitar toda la basura de maldad, presunción e intolerancia. Quiero desechar toda la ropa sucia de mi propia justicia. En mi equipaje para el hogar nuevo, quiero llevar solamente gratitud al Señor y la esperanza de poder abrazar a mi Salvador. Así podré viajar, libre de todo vínculo con este mundo.
Cuando llegue, Jesús estará esperándome con el manto blanco de justicia y me mostrará el hogar donde, mediante su gracia, con la gran multitud de los redimidos, ¡viviré por toda la eternidad!
Juliane P. de Oliveira Caetano