|
HAN PASADO MUCHOS AÑOS desde que aprendía conducir, pero todavía voy acompañada de Jesús, como el pasajero invisible, dirigiendo mi camino. Mi prioridad para conducir segura no ha cambiado a través de los años. Recuerdo cuando viajaba con mi último esposo, quien me llamaba su copiloto, debido a que frecuentemente le daba consejos no solicitados, hasta que me informó que él no necesitaba un copiloto. Desde entonces, ese fue mi segundo nombre dondequiera que viajábamos.
Ya no me llamo copiloto, pero aun continúo siendo una observadora vigilante cuando viajo con mis hijos, nietos o cuando me toca ser una pasajera. Cuando conduzco, frecuentemente veo señales en el camino, recuerdo dónde hay hombres trabajando, que los carriles están cerrados o que hay hundimientos y baches provocados por la lluvia, la nieve o por maquinaria pesada.
Cierta hermosa mañana primaveral, estaba conduciendo por la autopista Baltimore-Washington, escuchando una de mis canciones favoritas en la radio. El tráfico iba a buena velocidad y veía autos cambiando de carril, pero no sabía porqué. De pronto vi un gran hoyo delante de mí. Ya no podía cambiar de carril y pensé en el daño que causaría a mis neumáticos nuevos y probablemente otros daños, pero todos esos pensamientos fueron reemplazados por este: «Sigue conduciendo; es mejor ir sobre los baches que cambiar de carril y golpear algún auto y lastimara alguna persona». Reduje la velocidad y continué conduciendo sin que mis neumáticos sufrieran ningún daño.
Así como hay baches en las carreteras, hechas por el hombre, que usamos diariamente, también hay baches en los caminos de la vida que Dios nos da para recorrer diariamente. En 1 Pedro 5:8, Dios nos recuerda que Satanás es un león rugiente, andando y buscando a quien devorar, provocando hundimientos y baches en las carreteras de la vida.
«Te agradezco mucho, querido Jesús, por tu mapa de carreteras, es decir, la Biblia, la cual me ayuda a recorrerlos caminos de la vida. Que sea digna de tu llamado y pueda contemplar el día cuando ya no haya señales de obras en el camino. Apocalipsis 21:2 me dice que hay una ciudad llamada cielo, la cual tiene calles pavimentadas con oro, sin hoyos o baches.»
Annie B. Best