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He tratado de hacer pasar a mi esposo por un montón de cosas. Una vez, para una obra de teatro en la universidad, lo vestí de mujer con pechos grandes, cabello largo, pestañas oscuras y labial rojo. Cuando fui maestra, sino había preparado la clase del día, lo enviaba a él como mi sustituto. Una vez incluso tuvo que fingir mi voz por teléfono (por cierto que hizo una excelente interpretación femenina). Sin embargo, Greg no es totalmente inocente tampoco. Recuerdo una ocasión en que él legaba tarde a su primer trabajo y manejamos a toda velocidad. ¿Quién se llevó la multa? Yo, porque él ya había recibido dos multas aquel año. Una vez, cuando estábamos en París, él me hizo coquetear con un guardia de seguridad para que nos dejara entrar al Palacio de la Ópera. Muchas veces yo he escrito sermones que él ha predicado y se ha llevado el crédito por ellos. A pesar de todas las cosas por las que Greg y yo hemos intentado hacernos pasar el uno al otro, hay un límite que nunca hemos cruzado: ni siquiera una vez hemos tratado de hacernos pasar por hermanos. Porque, bueno, eso sí nos parece muy grave.
Por eso es tan sorprendente para mí que Abraham, el padre de las naciones, un hombre de fe, ¡dijera que su esposa era su hermana! Sara era muy bella y él tenía miedo de que alguien lo matara para quedarse con ella. La primera vez fue cuando se mudaron a Egipto por causa de una hambruna. El faraón tomó a la «hermana» de Abraham y la llevó a su palacio, para que formara parte de su harén. La segunda vez, Abraham le dijo al rey Abimélec que Sara era su hermana y Abimélec también mandó atraerla para hacerla su mujer. En las dos ocasiones, Dios tuvo que intervenir para rescatarla. Primero, afligió la casa del faraón con enfermedades, y después habló a Abimélec en un sueño para decirle que iba a morir.
No malgastes tu tiempo fingiendo ser lo que no eres. Es poco original y de mal gusto. Ten el valor de admitir lo que eres. La gente te va a apreciar mucho más y no tendrás que rogar a Dios después que te saque de un buen lío.
MH