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La broma más cruel que le he hecho a mi hermano Russell, fue decirle que tenía una hermana gemela idéntica a él que había sido enviada a China. Había una foto de él con un añito colgada en el pasillo, y en esa foto él tenía el pelo largo como de niña. Sinceramente, parecía una niña. Cuando un día nos preguntó quién era la niña de la foto, no pude resistirlo. «¿Esa? -respondí con naturalidad-, «es tu hermana gemela, Susan».
«¡¿Tengo una hermana gemela?! -exclamó-. ¿Pero dónde está?», «Verás, tiene una enfermedad -me inventé yo-. Ahora mismo tiene treinta años y como nos avergonzábamos de ella la enviamos al otro extremo del mundo, a China». Mi hermano estaba desolado. Pasaron días y semanas. A veces lo veía en el pasillo mirando con tristeza la foto. Un día lo vi sollozando, en el suelo, acunando la foto en su regazo y repitiendo: «¡Te quiero, Susan! ¡Vuelve a casa!». Años más tarde Russel me confesó que no supo la verdad hasta que estaba en secundaria. Se dio cuenta de que le había mentido porque escuchó a mamá en el pasillo frente a la foto diciendo: «Russel, echo de menos tus rizos».
Muchos terrícolas hemos sido engañados también, y a menudo esas mentiras son mucho más graves que la que yo le dije a mi hermano. A menudo te destrozan la vida; son mentiras completamente devastadoras. A veces es fácil volverse insensible, dejar de confiar en los demás, e incluso en Dios. Comenzamos a pensar que Dios es igual que la gente; si las personas nos mienten y nos defraudan, seguramente Dios también. Por suerte para nosotros, este no es el caso. En el libro de Números, Dios nos dice a través de Balaam que él no es como los seres humanos. Él no cambia de opinión ni miente. Así que no pierdas tu con fianza en Dios por lo que alguien te haya hecho. No confundas a Dios con esas personas, él es diferente. Puede que tus amigos y familiares te defrauden, pero Dios está en los cielos y puedes confiar en él.
MH