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Mi amigo Mike había oído en alguna parte que Dios sabe todo lo que pensamos y lo que vamos a hacer, y decidió engañar a Dios. Creía que podía hacerse el escurridizo. Decidió que iba a cambiar sus pensamientos repentinamente para confundir a Dios. Agarró su bicicleta y se subió en ella pensando en bicicletas, cuando de repente cambió sus pensamientos al beisbol. ¡Ja! Pensó con aires de suficiencia. ¡Apuesto a que Dios no se esperaba eso! ¡Era totalmente impredecible! Por muy absurdo que parezca el juego de Mike, a lo largo de los siglos muchas personas han tratado de engañar a Dios. Acán fue una de ellas.
Antes de que cayeran los muros de Jericó, Dios había dicho a los israelitas que no tomaran para sí mismos nada del oro ni de la plata que encontraran en la ciudad. Todo debía i ir a las arcas del Señor. Advirtió que si alguien desobedecía aquella orden, todo el campamento de Israel podía ser destruido. Así que no sé en qué estaba pensando Acán cuando robó un hermoso manto, oro y plata de Jericó y los ocultó bajo su tienda. ¿De verdad creía que Dios no lo iba a ver? Efectivamente la destrucción llegó a Israel. Fueron a conquistar la pequeña ciudad de Ai, pero treinta y seis hombres murieron y el resto fueron perseguidos mientras se retiraban. Cuando Josué supo eso y preguntó al Señor por qué ya no luchaba por ellos, Dios le dijo claramente: «Alguien de tu campamento ha robado lo que es mío». Finalmente, por supuesto, descubrieron que había sido Acán, y fue apedreado. No podemos ni escondernos de Dios ni engañarlo.
¿Y tú? ¿Has estado intentando engañar a Dios? Suena absurdo, pero lo hacemos constantemente. Tratamos de ocultarle pequeños pecados. «No se dará cuenta», pensamos. O creemos que no importa si incumplimos sus normas. Pero Dios se toma en serio el pecado y su ley, tan en serio que fue a la cruz para rescatarnos del resultado de la desobediencia. A la luz de esto, ¡nosotros también deberíamos tomarnos en serio lo que él dice!
MH