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Lo llamaré Mauricio. Me parece el nombre raro perfecto para un chico raro. Es que Mauricio no era un adolescente normal; se pasaba el día holgazaneando en clase y haciendo preguntas extrañas como: «¿Por qué su gis no rechina cuando dibuja círculos?». Todo el mundo sabía quién era Mauricio y ponía mala cara cuando andaba rondando. Yo estaba en mi último año y había sido elegido delegado de clase. Estábamos recogiendo fondos y necesitábamos llevar un seguimiento del dinero que teníamos cuando, de buenas a primeras, pensé en Mauricio y lo mencioné en una reunión. Los demás me miraron como si estuviera loco, pero insistí y finalmente le pedimos que se uniera a nosotros como «asesor técnico». ¿Sabes qué? ¡Hizo un trabajo increíble! Resultó ser impresionante con las hojas de cálculo y las bases de datos informatizadas. En breve teníamos un sistema que nos permitía controlar todas las horas que cada uno había trabajado y el dinero que habíamos conseguido.
Nunca subestimes a nadie solo porque parezca raro. El libro de Jueces relata la historia de un zurdo llamado Aod. Ser zurdo en la sociedad judía de aquella época era malo, porque la mano izquierda se consideraba la mano «sucia» (recuerda que por aquel entonces no existía el papel higiénico). Sin embargo, Dios eligió a Aod para eliminar a un rey que aterrorizaba a los israelitas. ¿Por qué Aod? ¿Qué tenía él que no tuvieran otros? Tenía algo diferente. Cuando los guardias del palacio cacheaban a los mensajeros para ver si llevaban escondida alguna arma como un cuchillo o una espada, solo se centraban en el lado izquierdo, puesto que la mayoría de la gente era diestra (igual que hoy). De modo que Aod escondió el arma del lado derecho de su cuerpo, y una vez dentro del palacio, acabó con la vida del rey Eglón, cerró con llave la habitación del rey y escapó por la letrina. A pesar de que es una historia un poco rara, la lección que podemos sacar de ella es que Dios desea utilizarnos a todos, con nuestros defectos y virtudes. Piensa en ti. No importa cuáles sean tus virtudes o tus defectos, tienes un gran valor para Dios y le puedes ser útil si decides abrirte a él y darle una oportunidad para que te utilice.
GH