|
Una vez intenté robar un sermón completo. El sermón empezaba como un capítulo de un libro de Max Lucado, y me lo apropié entero, incluso sus historias personales. Lo utilicé como si fuera mío. No solo para una clase de predicación, sino ante una congregación de trescientas personas. La mayoría había leído aquel libro, y no les costó mucho imaginarse que yo no era tan mayor como para haber vivido todas esas experiencias de misiones en África. Lo cierto es que no pretendía «robar», solo intentaba ser genial, y no me di cuenta de que yo tenía mi propia armadura: palabras e historias mías que eran muy poderosas. Creí que debía utilizar la armadura de otro para ser genial.
Afortunadamente para Israel, el joven pastor David no cometió ese error. Cuando se presentó ante el rey Saúl y le pidió permiso para luchar contra Goliat, Saúl estaba tan desesperado por conseguir la victoria que se lo permitió, no sin antes vestirlo con una majestuosa armadura. David se colocó aquel engorroso traje e intentó andar un poco, pero en seguida supo que no iba a funcionar. No era su armadura, sino la de otro. David sabía que uno lucha mejor con su propia armadura, así que se quitó aquella y honda en mano, derrotó al gigante.
No sé quién estás intentando ser o como quién deseas ser. No sé a quién te quieres parecer, pero estoy segura de que hay «armaduras» pertenecientes a otras personas que desearías llevar en lugar de la tuya, y apuesto a que hay días en que preferirías ser otra persona. Sin embargo, pensar así es un error. Tú has sido creado como eres por una razón, y el mejor modo de vivir la vida es llevando tu propia armadura, sintiéndote cómodo en tu propia piel, intentando ser únicamente tú mismo. Tómate un momento hoy y pide a Dios que te ayude a entender que te ha hecho perfecto tal como eres.
MH