|
Unas semanas después de nuestro primer aniversario de bodas, mi esposo y yo perdimos todo lo que teníamos en el dormitorio de la academia adventista donde vivíamos. ¿Sabes qué es no tener nada en el mundo excepto la ropa que llevas puesta? Nunca olvidaré aquella sensación de impotencia que tuve la mañana siguiente del incendio, cuando me desperté: sin cepillo de dientes, sin peine, sin ropa interior limpia, sin nada de nada. Pero la impotencia no duró para siempre. Unos días después, comenzamos a recibir donaciones desde todas partes del país.
Casi todas las academias adventistas de Estados Unidos nos donaron algo; una mujer se ofreció voluntaria para llevarme a comprar ropa nueva; una pareja que ni conocemos nos envió un cheque de mil dólares; un pastor jubilado le dio a mi esposo la mitad de los libros de su biblioteca; la gente nos envió frazadas, ropa interior, zapatillas, artículos de aseo personal, etcétera. Las donaciones seguían llegando hasta que tuvimos todo lo que necesitábamos para empezar de nuevo. De hecho, tuvimos que devolver muchas cosas, porque era demasiado lo que nos seguían enviando. Todavía hoy tengo quince juegos de toallas y veintitrés frazadas en mi armario que recibí en aquellos días.
Así sucedió también cuando el pueblo de Israel comenzó a llevar donaciones para la reconstrucción del templo de Jerusalén. Llevaron todo lo que tenían: oro, plata, bronce, hierro, objetos valiosos de piedra... Y lo entregaron desprendidamente, de corazón. Los libros de Crónicas registran cómo los exiliados decidieron reconstruir el antiguo templo, lo cual constituía una tarea dura. ¿Podrían volver a tener algún día todas las riquezas que habían tenido en el pasado? El relato bíblico nos recuerda algo muy importante, que creo se escribió para quienes nos preocupamos demasiado por las cosas materiales: todo lo que el pueblo donó, vino de Dios. Ellos únicamente devolvieron al Señor lo que el Señor les había dado.
Saber que Dios proveería todo lo que necesitaran dio a los exiliados retornados mucha fe. Entendieron que todas las cosas que tenemos las recibimos directamente de él. Es bueno que nosotros tampoco olvidemos esto. Todo lo que tienes, lo tienes porque Dios te lo ha dado. Y todo lo que necesitas, Dios te lo proveerá.
MH