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«Dios mío, me quiero morir». Estas palabras, escritas en tinta negra, ocupaban toda una página de un diario de piel. Eran una desesperada petición al Cielo. Evidentemente, el dueño del diario no parecía creer que la vida mereciera la pena. El diario tenía ya quince años, y era mío, Yo escribí esas palabras cuando era adolescente, una noche en que sentía que ya no podía seguir viviendo. Y lo escribí completamente en serio.
«Me siento tan contenta que me parece que voy a estallar». Estas palabras estaban escritas en un diario de maternidad, en letras verdes y moradas, preciosas. Este también es mi diario, pero quince años después. Estas palabras las escribí hace apenas unas semanas, para expresar lo bien que me siento como madre, gracias a mis dos hijos; y como esposa, gracias al maravilloso esposo que tengo. Mi vida está plena ahora. Y cuando recuerdo lo que escribí hace tantos años, me parece que ha quedado tan atrás en el tiempo que incluso me da vergüenza recordarlo. Imagínate lo que me hubiera perdido sino hubiera seguido viviendo. Toda la alegría y la belleza que llenan mis días hoy. Qué triste es pensar que nunca hubiera conocido a Greg, y que mis hijos no existirían.
Job también quería morir, ¿sabías eso? Lo consideramos una gran hombre de fe, pero también dijo cosas como: «¡Maldita sea la noche en que fui concebido!», «¡Maldito sea el día en que nací!», «¿Por qué no habré muerto en el vientre de mi madre, o en el momento mismo de nacer?». «Si yo hubiera muerto entonces, ahora estaría durmiendo tranquilo, descansando en paz», «¿Por qué no me enterraron como a los abortos, como a los niños muertos antes de nacer?», ¡Qué palabras tan duras! Job hubiera preferido no haber nacido, porque le parecía que la muerte era mejor que el sufrimiento que estaba pasando. Pero lo que me encanta de Job es que estas palabras de dolor no son el final de su historia.
El final de su historia lo leemos varios capítulos después: Dios lo bendice con el doble de lo que había tenido antes. El doble de posesiones materiales, diez hijos más a quienes ama, y entre ellos, las muchachas más hermosas de toda la región. La historia tiene un final feliz; muy feliz. Lo que aprendo del libro de Job es que nuestros peores momentos de dolor y sufrimiento no son el final de nuestra historia. La vida siempre puede comenzar de nuevo, con más belleza y bendiciones que antes. Si alguna vez te has sentido como Job, mantén la esperanza, no te rindas, porque el sufrimiento de hoy no es el fin de tu historia. Dios te tiene reservada una gran felicidad, y no creo que quieras perdértela.
MH