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Si no estás totalmente cubierto de jabón antes de que llegue la noche, es que no lo has intentado con todas tus fuerzas. Estoy hablando de una tradición del Union College. Cada otoño, la primera semana de clases, los estudiantes más valientes y decididos prueban suerte subiendo una montaña que ha sido cubierta de lonas gigantes rociadas con botellas y botellas de jabón. Jóvenes armados con mangueras permanecen a ambos lados de las lonas asegurándose de que las burbujas no desaparezcan. En la cima de la montaña hay una pila de viejos colchones, y allí se ha vaciado una docena extra de botellas de jabón. El alumno que antes llegue a la cima y pueda ponerse de pie sobre los colchones ganará un premio en efectivo.
Es increíble vera tantos jóvenes cubiertos de jabón resbalándose montaña abajo unos sobre otros. A lo mejor te parece sencillo, pero sino lo has intentado no tienes ni idea de lo difícil que es llegar a la cima. Es prácticamente imposible dar tres pasos seguidos, aunque hayas cogido mucha carrerilla. La diversión está en ver cómo la gente va rodando montaña abajo.
Cuando leo el Salmo 40 me acuerdo de esta tradición. David dice que Dios lo salvó de la fosa mortal y lo libró de hundirse en el pantano; imagino que esa fosa y ese pantano son metafóricos, pero se parecen a la tradición de mi universidad: es imposible remontarlos por uno mismo. Me imagino a David cubierto de lodo intentando llegar a la cima. Así es como él se sentía en un determinado momento de su vida. ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Hay momentos en que no puedes avanzar? ¿Hay cosas de las que no te puedes liberar? ¿Hay algo que te parezca imposible? David dice que Dios puede ayudarte en cualquier circunstancia.
Generalmente malgastamos nuestros esfuerzos intentando llegar a la cima por nosotros mismos, para terminar en el fondo cubiertos de porquería. Desde luego, esa no es la mejor estrategia para llegar a la cima. Quiero que hoy te des cuenta de que Dios puede levantarte del fango. Ninguna fosa es demasiado profunda para él, y ninguna suciedad imposible de limpiar. No hay nada que tú puedas hacer de lo que él no te pueda rescatar.
Así que, en lugar de seguir resbalando y cayéndote por tu propia cuenta, extiende tu brazo para que Dios te agarre y te lleve a terreno firme.
MH