|
La persona más sedienta que he visto en mi vida fue mi hermano Josh, cuando fuimos toda la familia a subir una montaña del desierto de Arizona en pleno verano, ¡¡¡y sin agua!!! Bueno, una persona sí llevaba agua: yo. Yo fui la única a la que se le ocurrió llevar una botella de agua. El sol era abrasador y la caminata sobre la arena y el polvo del desierto era laaaaarga. El aire estaba tan caliente que parecía que acabábamos de entrar en un horno. El pobre Josh tenía tanta sed... Fue todo el camino detrás de mí, diciéndome como un desesperado: «¡Por favor, dame un sorbito! Solo un sorbito, te lo pido por favor». Mi botella de agua se vació en apenas veinte minutos. Solo quedaban dos gotitas en el fondo, que estaba guardando para una emergencia, pero Josh seguía insistiendo en que le diera un poco: «Por favor, solo una gotita».
El animal más sediento que he visto fue un camello en el desierto del Sinaí. La caravana se había detenido para que pudiéramos encontrar un lugar donde hacer nuestras necesidades. No te puedes imaginar lo aterrador que es estar haciendo pipi discretamente y de pronto mirar hacia arriba y ver a un camello corriendo hacia ti. Tenía sed, muchísima sed. Eso es lo único de lo que me di cuenta. Seguramente pensó que yo estaba derramando agua en el suelo. Supongo que se decepcionó cuando llegó donde yo estaba, aunque yo no me había quedado para comprobar su reacción.
Una cosa es tener sed de agua y otra cosa es tener sed de Dios. El Salmo 42 habla de tener sed de Dios del mismo modo en que un animal tiene sed de agua. Piensa un momento en cómo te sientes cuando tienes muchísima sed. Se te seca la garganta, apenas puedes tragar, pasa una hora y te sientes mareado, te vas desesperando, entras en pánico... Tu cuerpo necesita agua ya mismo, y no puedes pensar en nada más hasta que logras beber algo. Estás dispuesto a pagar lo que sea (piensa en los precios del agua en los aeropuertos) por un vasito de agua. Así se sentía el autor del Salmo respecto a Dios: desesperado por él, loco por hallarlo, dispuesto a hacer lo que fuera por tenerlo a su lado.
¿Cuándo fue la última vez que necesitaste a Dios de esta manera? Si te pareces a mí, sientes la necesidad de Dios cuando las cosas no te van bien y quieres una ayudita extra. Pero ¿no sería genial que buscaras a Dios de esa manera siempre? No esperes hasta que tu alma tenga una necesidad inmensa de él para salir a buscarlo. Aparta un tiempo cada día para llenar tus reservas del amor de Jesús.
MH