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A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE

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«Solo en Dios encuentro paz, pues mi esperanza viene de él. Solo él me salva y me protege. No caeré, porque él es mi refugio» (Salmo 62: 5-6).

Ningún ejército ha intentado nunca atacar la fortaleza de Salzburgo, Austria, simplemente porque no tendría ningún sentido. Yo he estado allí y he visto el impresionante edificio de piedra en la cima de la montaña, con torres, bastiones, muros y trincheras. Este es uno de los castillos medievales más grandes de toda Europa. Mide más de 250 metros de largo por 150 metros de ancho, y extiende su sombra no solo sobre la ciudad a la que protege, sino también sobre cualquiera que vaya a esconderse dentro de sus muros. Muchos obispos y reyes, así como habitantes de la ciudad, recurrieron a este inexpugnable castillo cuando algún ejército enemigo pasó por allí. Entre los más famosos personajes de la historia que nacieron en Salzburgo se encuentran Mozart y María Von Trapp, la protagonista de La novicia rebelde. Ambos, Mozart y María, miraban a la fortaleza del castillo todos los días. Y es que, con un castillo como ese, ¿quién no se sentiría seguro?

Esta sensación de seguridad es de lo que habla el Salmo 62. David canta a Dios con alusiones muy interesantes, como la del versículo 5: «Solo en Dios encuentro paz; pues mi esperanza viene de él. Solo él me salva y me protege. No caeré, porque él es mi refugio». Este Salmo da a los lectores la idea de que Dios es nuestra constante fuente de seguridad en un mundo en el que no hay muchas fortalezas a las que recurrir. David no dice que huya de sus problemas, sino que cuando necesita protección, acude a Dios. Es como si Dios fuera su seguridad cuando todo lo demás parece fallarle. Además de este plan B en caso de emergencia, para David, Dios también era el lugar donde su alma encontraba descanso, y del que derivaba su esperanza. Eso quiere decir que incluso en el día a día, cuando se sentía desesperado, dejaba su temor y ansiedad en manos de Dios y se sentía seguro al saber que es una fortaleza inexpugnable.

Da una gran sensación de seguridad saber que siempre tienes un lugar al que recurrir cuando las cosas no te van bien. Así como los habitantes de Salzburgo siempre han tenido ese castillo, los creyentes en Jesús lo tenemos a él para que nos proteja.

GH

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