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EL PROFETA QUE LLORÓ CUARENTA AÑOS

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«El Señor [...] me dijo: "Antes de darte la vida, yate había yo escogido; antes de que nacieras, yate había yo apartado; te había destinado a ser profeta de las naciones". Yo contesté: "¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!"» (Jeremías 1: 4-6).

En cada partido de futbol, baloncesto o beisbol hay algo que cautiva al público: ¿quién ganará? De hecho, lo que te mantiene viendo un partido es saber el marcador final, esperando que tu equipo gane. Pero, ¿qué pasaría si desde el comienzo del juego supieras que ibas a perder? No importa lo duro que practicaste ni el talento que tienes, sabes que vas a perder. ¿Quién quiere continuar jugando si sabe que está condenado al fracaso?

Bueno, esta era exactamente la situación en que estaba Jeremías después de que Dios lo llamó a ser profeta cuarenta años antes de permitir la destrucción de Jerusalén a manos del Imperio Babilónico, Jeremías había nacido en el seno de una familia de sacerdotes, vivía a las afueras de la ciudad de Jerusalén. La primera parte de su vida la vivió feliz, pero cuando Dios lo llamó para hablar a la nación como profeta, se sumergió en la duda y el miedo, «¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé hablar!», se quejó, con la esperanza de que Dios hubiera cometido un error. Durante los siguientes cuarenta años Jeremías pasó por luchas, dolor y rechazo, por lo que fue conocido como «el profeta llorón». Esto no significaba que él fuera un flojo. Un hombre de menor talla se habría dado por vencido mucho antes. Hasta pudo evadir la muerte a manos de Nabucodonosor cuando Jerusalén fue destruida. Lo que hace que me interese en Jeremías, es que a pesar de todas las dificultades que afrontó, su mensaje era que tenemos que entrar en una relación viva con Dios, no en un mero culto ceremonial. También dijo que Dios quiere relacionarse con nosotros donde estamos en este momento. Quiere que le obedezcamos, pero no como si fuéramos robots.

Jeremías vivió en un momento en que Dios estaba disciplinando a su pueblo, por lo tanto su mensaje no fue muy extenso sino al punto; decía las cosas como eran. Nos dio una perspectiva de Dios. A veces estamos tentados a pensar que Dios es un ser distante y que no se preocupa por nosotros, pero la historia de Jeremías muestra todo lo contrario.

GH

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