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El niño ideal y la niña ideal

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«Ustedes […] que creen en [...] Jesucristo, no deben hacer discriminaciones entre una persona y otra» (Santiago 2: 1).

NO SÉ SU NOMBRE, pero lo que le sucedió es real. Fue en un país distante llamado Egipto, donde las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres. Por esa razón, nuestra protagonista, que es mujer, se hizo pasar por hombre durante cuarenta años. ¿Por qué? Porque era su única manera de poder trabajar y así darle de comer a su hijita.

En Egipto, las mujeres no tienen las mismas oportunidades que los hombres; hay mucha discriminación. Allí es impensable, por ejemplo, que una mujer trabaje en la construcción, pero eso fue lo que hizo esta mujer: cargar ladrillos y cemento vestida de hombre, para poder mano tener su hogar. Logró su objetivo, aunque para eso tuvo que fingir ser lo que no era. Cuando el presidente de su país se enteró de lo que esta valiente mujer había hecho, le dio el título de «madre ideal» por su sacrificio y tenacidad. Un galardón que sin duda merece. Además, le dio seis mil dólares, gracias a los cuales pudo salir de la pobreza. Cuando le preguntaron a su hija qué pensaba de su mamá, dijo: «Ella es mi mamá, mi papá y mi todo».

Te parecerá que esa discriminación que sufren las mujeres en países lejanos es horrible, y que en tu país no suceden esas cosas. Sin embargo, sí hay machismo, es decir, discriminación contra la mujer, en muchos países hispanos. Pero déjame decirte una cosa; ese no era el plan de Dios. Cuando Dios creó al hombre y a la mujer, los creó para que se complementaran, para que los dos fueran uno, no para que uno se sintiera superior al otro. Ya los dos les encargó el mismo trabajo: cuidar del huerto de Edén. No era el plan de Dios que Adán trabajara en el huerto mientras Eva no hacía nada de nada. A ella, Dios también le dio facultades para que las utilizara. El problema llegó tras el pecado, ya que Adán se enseñoreó de Eva, según nos dice la Biblia. Pero recuerda, eso fue después del pecado, no fue el plan de Dios para el hombre y la mujer.

Para Jesús, el niño ideal y la niña ideal son los que respetan al otro, sea niño o niña, como igual, capaz y hermano en Cristo.

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