|
EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1838, un barco llamado Forfashire se estrelló contra unas rocas y se partió en dos. La popa se hundió con cuarenta personas a bordo; en la proa quedaron a salvo ocho marineros, que lograron escapar en botes salvavidas y fueron rescatados a la mañana siguiente; los demás quedaron a merced de las aguas, en el oscuro mar. Todos estaban aterrorizados porque era de noche cuando ocurrió la tragedia y no sabían a qué distancia estaban de la costa.
Lo cierto es que estaban a una milla de distancia del faro de Longstone, en el que vivía un viejo marinero de mucha experiencia llamado Darling, con su esposa y su hija, de nombre Gracia. Ninguno de los tres podía dormirse aquella noche por causa del ruido de la tormenta. Gracia se subió al faro con un catalejo, un instrumento parecido a un telescopio pequeño, y vio a los náufragos que se abrazaban a los restos del barco. Sabía que no podrían aguantar mucho más, así que sin conocer a ninguno de ellos decidió ayudarlos.
El papá y la mamá de Gracia no querían que ella fuera a ayudarlos, porque iba a una muerte segura; era demasiado peligroso. Pero ella dijo: «Esas personas necesitan nuestra ayuda, o morirán». Al ver su decisión, el papá no quiso dejarla ir sola y fue con ella. Remaron con todas sus fuerzas en medio de las embravecidas olas y finalmente llegaron a donde estaban los náufragos. Los rescataron de una muerte segura. Ese fue un acto heroico, ¿Crees que aquellos pasajeros quedaron agradecidos a Gracia y a su papá? ¡Sin duda alguna!
¿Estás tú agradecido a Jesús por su acto heroico? El acto heroico de Jesús sucedió hace más de dos mil años. Jesús, que vivía tan feliz en el cielo rodeado de ángeles que lo adoraban, decidió venir a esta tierra para rescatarnos. Nosotros éramos unos «desconocidos» para él, y para salvarnos sabía que debía morir. Sin embargo, vino igual mente, y nos rescató de una muerte segura. No le importó morir por nosotros porque nos amaba y nos sigue amando.