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Katty, la perrita que nos mordía la mano

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«Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño» (Juan 1: 47).

MI TÍA MAGALY tenía una perrita blanca llamada Baby. Era de raza maltés y mi tía quería cruzarla con otro perrito chiquitito de la misma raza, para conservar su pureza y que así los cachorritos tuviera mayor valor. Sin embargo, no ocurrió así. Baby tenía sus propios gustos y se enamoró de un inmenso dóberman negro. Nadie supo en qué momento Baby se juntó con su amor, pero el caso es que se quedó embarazada de Boby, que era el nombre del dóberman.

Baby tuvo seis cachorritos. Mi tía Magaly, decepcionada, regaló todos los perritos y le dio dos a mi tía Rosa. A mí, los perritos no me parecían feos, pero sí debo reconocer que eran raros, especialmente Katty, una de las perritas que terminó siendo de mi tía Rosa. Fíjate en lo que hacía Katty. Ella normalmente ladraba mucho, pero al rato se calmaba y se acostaba cerca de nuestros pies. Parecía la perrita más mansita y apacible del mundo, allí enroscada como que durmiendo... hasta que le mordía la mano al que estuviera más cerca. Sin previo aviso. Se dejaba tocar, jugaba con nosotros, se tumbaba a nuestro lado y, cuando a ella le parecía, se volvía en nuestra contra y mordía al que la estuviera acariciando. Katty era una perra traicionera. Fingía aceptarnos durante un tiempo, y luego nos hacía daño.

Los demás perritos de Baby resultaron ser cariñosos y confiables, como lo son la mayoría de los perros y por eso son el mejor amigo del hombre. Pero Katty no. Katty era traicionera. Qué feo es ser traicioneros. Ya veces nos sucede con las personas. Le damos nuestra confianza a alguien, le permitimos entrar en nuestro hogar y le abrimos las puertas de nuestro corazón creyendo que son sinceras, y con el tiempo nos «muerden la mano», nos traicionan. Estas cosas duelen, pero me consuela saber que a Jesús lo traicionaron muchos que decían ser sus amigos.

Cuando sufras una decepción de este tipo con alguien, pídele a Jesús que te ayude a superarla. También puedes pedirle que te ayude a darte cuenta de si una persona es sincera o no. Y, por supuesto, sé siempre un buen amigo. No traiciones nunca a nadie.

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