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La cara perfecta

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«Un momento para llorar, y un momento para reír. Un momento para estar de luto, y un momento para estar de fiesta» (Eclesiastés 3: 4).

HOY TE VOY A CONTAR un cuento que me encanta, y dice así: había una vez un muñeco de papel que no tenía cara. El muñeco era lindísimo; tenía el cuerpecito muy bien recortadito y todo, pero claro, no tenía cara y quería tener cara. Como tenía un lápiz en la mano, decidió que él mismo se pintaría una cara, pero ¿cómo sería la cara perfecta? En realidad, él no lo sabía, así que decidió preguntárselo a otros.

-¿Cómo es la cara perfecta? -iba él preguntando por todas partes.

-Con un gran pico -le respondió un pájaro.

-Tiene que tener hojas verdes -le respondió un árbol.

-Debe contener flores de vivos colores -le dijo una planta.

Siguió preguntando a animales, ríos y montañas, y cada uno le decía que la cara perfecta debía tener lo que era más importante para ellos. Pero cuando el muñeco se dibujó pico, hojas, colores y mil cosas más, resultó que a ninguno le gustó aquella cara. Triste, el muñeco se topó un día con una nube:

-Yo quería una cara que le gustara a todo el mundo -le dijo, lamentándose-, y mira qué desastre de cara tengo. No sé qué hacer.

La nube le dijo:

-Creo que puedo ayudarte. Como yo tampoco tengo cara y además puedo cambiar de forma, ¿qué te parece si voy poniendo formas distintas hasta que dé con una que te guste para tu cara?

Al muñeco le pareció una idea excelente y la nube comenzó a poner todo tipo de caras. Ninguna le gustó a nuestro muñeco de papel, que se despidió de la nube con un abrazo. Cuando la nube se sintió abrazada, sonrió con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡¡¡Ésa!!! ¡Esa es la cara que quiero! -exclamó el muñeco.

La cara perfecta debe incluir siempre una sonrisa. Todos tenemos problemas y motivos para estar tristes, pero debemos aprender a sonreír y a mostrar nuestra mejor cara a los demás. Jesús nos ayudará a lograrlo.

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