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Dos lecciones importantes

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«Y todo lo que esté en tu mano hacer, hazlo con todo empeño». Eclesiastés 9: 10

AL FINALIZAR LA SECUNDARIA me encontraba en esa gran encrucijada que todo joven enfrenta: no sabía qué estudiar. Quería ser maestro, pero también sentía el llamado al ministerio pastoral. Mientras me decidía, comencé a colportar, pues quería ser misionero, fuera pastor o maestro, y el colportaje me prepararía para el tipo de vida que me esperaba, además de que me proveería recursos económicos.

Tenía diecisiete años y era muy tímido cuando colporté por primera vez. Me aterraba la idea de vender libros a desconocidos. Había trabajado menos de un mes cuando ya tenía pensado darme por vencido. Entonces un amigo me invitó a presentar los libros en su lugar de trabajo. Su jefe quedó encantado con uno de los libros. No me creerás lo que hizo: ¡Me compró doscientos ejemplares para distribuir los entre los empleados!

La segunda experiencia ocurrió años después, mientras colportaba en Jamaica. Allí no conocía a nadie. Me sentía solo y desanimado. No tenía ganas de salir a trabajar y como no había nadie a quien rendirle cuentas, buscaba excusas piadosas para quedarme en casa. Entonces ocurrió un milagro que nunca olvidaré.

Le pedí a Dios que me ayudara a trabajar aunque no tuviera deseos de hacerlo. Durante las próximas seis semanas trabajé cada día sin deseos. Me propuse no saltarme ni un solo establecimiento de la calle principal. Para cuando terminé aquella calle, había vendido libros sobre la salud, la familia y la fe en el 90% de los establecimientos.

Las experiencias que te acabo de contar me enseñaron dos lecciones: En primer lugar, que los milagros no son la forma regular en que Dios actúa, pero él los realiza para recordarnos su capacidad de usarnos a pesar de nuestras debilidades y limitaciones. En segundo lugar aprendí que frente a los desafíos más importantes de la vida no podemos depender de las emociones para cumplir con nuestra parte.

Llegué a comprender por qué Ellen G. White dijo del colportaje que «la educación obtenida de esta manera práctica puede llamarse apropiadamente educación superior» (El Colportor evangélico, cap. 5, p. 34). Estas dos lecciones han resultado valiosas para mi vida como esposo, padre, pastor, maestro y estudiante.

Estoy seguro de que tú también las encontrarás útiles en tu vida como joven cristiano.

 

Aneury Vargas

Filipinas

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