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Dios tiene sus métodos

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«Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él, y él hará». Salmo 37: 4-5, RV60

LA PROMESA DEL VERSÍCULO DE HOY se cumplió de forma poderosa en mi vida. Mientras realizaba mis estudios universitarios tomé la clase de Auditoría. En esta materia enfrenté un desafío que puso a prueba mi fidelidad a Dios. Debíamos entregar una práctica por grupos. El profesor explicó cómo la requería y fijó la fecha de entrega: sábado. Concluyó diciendo que si un integrante del grupo faltaba, todo el grupo quedaría reprobado.

Tomé la firme decisión de mantenerme fiel a Dios. Nunca asistí a clases en sábado, oré al Señor y ese mismo día hablé con el profesor y le pedí que me ayudara. Sin escuchar motivos dijo: «No regalo calificaciones». Pensé: «Dios está conmigo», así que le dije al maestro: «Solo quiero que me escuche». Le expliqué que era adventista y que los sábados eran exclusivamente para mi Dios. Por lo tanto, no asistiría a entregarle la práctica, pero le pedí me permitiera entregarla antes. El maestro me miró por un momento y dijo: «Agradece a Dios que estoy de buenas, entrégamelo el martes».

Con la alegría que produce saber que Dios había escuchado mi oración empecé a prepararme para mi desafío. Ese día era jueves. Ese sábado estuve en oración y ayuno, al igual que mis padres, pidiendo al Señor fortaleza en mi fe, y su ayuda para elaborar mi trabajo. Mis compañeros dijeron que estaba loco y que no terminaría pero en mi mente resonaban las palabras «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8: 31, RV95).

Cuando el profesor dio los resultados mi nombre no figuró entre los aprobados, pero tampoco entre los reprobados. Ante mi consternación el profesor sacó una práctica y dijo: «No hay otra práctica como esta y todos tuvieron quince días para completarla, pero Pascacio solo tuvo cuatro días y entregó la mejor práctica. Él es adventista y me pidió entregarla antes y le di una fecha que esperaba que no cumpliera, pero su Dios lo ayudó».

Ese día comprobé que Dios es fiel cuando nos deleitamos en él.

 

Eduardo Pascacio Aguilar

México

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