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ESTOY CONVENCIDO DE QUE cuando Dios nos creó colocó en nosotros un de seo de superación. A pesar de haber crecido en una comunidad dominada por el crimen y la pobreza, mis padres siempre me inculcaron la importancia de la consagración a Dios. Había días en los que caminaba varias millas para ir a la escuela y me pasaba todo el día sin almuerzo.
En esta situación, hubiese sido fácil rechazar los valores cristianos, dejarse arrastrar al crimen y la violencia, y vivir sin esperanza. Pero mis valores me llevaron a creer que Dios puso en nuestra naturaleza el deseo de crecer, de alcanzar logros, mejorar y desarrollarse.
Ellen G. White, en su libro La educación, escribió: «El ideal que Dios tiene para sus hijos está por encima del alcance del más elevado pensamiento humano. La meta a alcanzar es la piedad, la semejanza a Dios» (cap. 1, p. 17). Cuando tenemos en cuenta a los patriarcas resulta innegable que Dios también puso en ellos el anhelo de superación y progreso, de alcanzar la excelencia. Solo basta con fijarnos en que alguien que no tenía facilidad de palabra, como Moisés, llegó a sacar a Israel de la esclavitud; un jovencito soñador, como José, se convirtió en virrey de Egipto; o incluso al joven David llegó a ser rey de Israel.
Aunque tu sientes ese deseo de ser y hacer algo más, pero no sabes qué ni cómo alcanzarlo. Bueno, este es el momento en el que hay que buscar dirección y guía de parte de Dios. Hay muchos que nunca alcanzan el propósito de Dios porque nunca buscan su dirección y consejo. Dios no nos creó para el fracaso, él desea que todos alcancemos la excelencia.
Cuando comprendas y aceptes el propósito que Dios tiene para tu vida, tu actitud cambiará. Las vidas de los verdaderamente grandes hombres y mujeres, no siempre fueron fáciles ni cómodas, en algún momento abrieron sus ojos, y con admirable audacia y determinación, caminaron hacia el objetivo de Cristo Jesús.
Tú también puedes avanzar hoy hacía el plan que el Creador tiene para ti.
Larry L. Green
Bahamas