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IMAGÍNATE LO DIFÍCIL que puede ser crecer en una comunidad con un alto nivel educativo siendo disléxico. La dislexia es un trastorno de la lectoescritura, que era muy poco conocido en Curazao hace unos años, y la mayoría de los profesores no sabían identificar a los niños con este problema. Durante la escuela primaria, era difícil para mí entender por qué todos mis compañeros de clase podían leer con fluidez y yo no podía. Trataba de practicar mi lectura en mi tiempo libre, con la esperanza de mejorar mi lectura, pero cada vez que tenía que leer en público sonaba terrible.
Era frustrante ver las caras de los otros niños cuando el profesor me pedía que leyera en público. También fui objeto de burlas por parte de otros niños, lo que me hacía sentir como un fracasado. Un día, me encontré con un versículo que cambió mi vida: Hebreos 12: 1, 2. Este texto fue de gran motivación para mí, me decía que a pesar de que no era el lector más rápido, si perseveraba y confiaba en Jesús, podía lograr cualquier cosa.
Me cambié de colegio y asistía una escuela especial para niños con dislexia. Me enteré de que había más niños con el mismo problema que yo. En el último curso de la escuela primaria, mi maestra me preguntó qué quería ser de mayor. Le respondí, «Quiero trabajar como contador, porque me gusta trabajar con números». Ella se echó a reír y me respondió: «¿Cómo puede un niño que no sabe leer bien llegar a estudiar contabilidad en la universidad?».
Pero ella no tenía ni idea de que yo estaba motivado por un versículo de la Palabra de Dios. En los cinco años de la escuela secundaria, fui dos veces seleccionado como el mejor estudiante. Actualmente estudio Gestión Financiera en la Universidad de Curazao.
Probablemente tú también enfrentes circunstancias que parecen imposibles de superar, por eso hoy quiero animarte a leer la Biblia. Allí yo hallé el versículo que me motivó a perseguir mi sueño, allí hallarás no solo motivación, sino el mensaje de Dios para tu vida y al final podrás decir como Pablo: «A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece» (Filipenses 4: 13).
René Roumou
Curazao