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Un guía inesperado

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«Yo estoy contigo; voy a cuidarte por dondequiera que vayas». Génesis 28: 15

UNA MAÑANA DE OTOÑO, siendo aún temprano, me preparé para viajar a Monterrey, México, para renovar mi visa estadounidense. Antes de salir de casa, en Montemorelos, revisé mi cartera para asegurarme de que llevaba todos los documentos necesarios, hice una oración y emprendí el viaje.

Cuando llegué a Monterrey, tomé un taxi que me dejó justo en frente de la embajada y, una vez allí, decidí revisar y organizar mis documentos antes de acercarme a la ventanilla. Cuando busqué, me di cuenta de que lo había perdido Me quedé allí, de pie, sin creérmelo. Ya había estado en Monterrey, pero era la primera vez que viajaba sola, y estaba completamente perdida.

Sin teléfono y sin dinero, empecé a caminar carretera abajo sin rumbo fijo, pero terminé en una zona que sí reconocí: Central Plaza, y me senté un momento en uno de los bancos para decidir cuál sería el siguiente paso.

Me disponía a orar cuando un señor de avanzada edad y con una sonrisa cariñosa me «interrumpió». Me preguntó: «¿Estás bien?». Sacudí la cabeza y le dije: «No, me he perdido». Me preguntó si conocía a alguien en Monterrey y le dije que sí, pero que estaba lejos, solo había estado allí una vez y no estaba segura de dónde quedaba, pero sabía que era frente al Hospital número 23.

En el rostro de aquel hombre se dibujó una sonrisa aún más amplia y me dijo: «Conozco un atajo; en veinte minutos podemos llegar caminando». Y eso fue lo que hicimos. Aquel caballero transmitía tanta paz que la esperanza renació en mi interior y, durante el paseo, hablamos de Dios hasta que me llevó exactamente a la zona de apartamentos donde vivía mi amiga. Una vez allí, los vecinos me dijeron que una extranjera -mi amigavivía en el último piso. Aquel caballero se aseguró de que estaba bien y después se marchó.

Creo que aquel día el Señor envió un ángel para que me guiara por el camino. A lo largo de este viaje llamado vida, las promesas que Dios nos ha hecho son abundantes y confiables. Él nunca me dejará ni me abandonará, y tal y como dice el versículo de la Biblia de hoy.

Así como se lo prometió a Jacob en Betel, me cuidará por dondequiera que vaya.

 

Aniska L. Taylor

Bahamas

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