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La cultura de los atajos

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«Hay caminos que parecen derechos, pero al final de ellos está la muerte». Proverbios 14: 12

RECUERDO CUANDO descubrí qué es un atajo. Era muy niña aún, y estaba yendo de la casa de mi abuela a la de mi amiga Olivia cuando alguien me preguntó por qué iba por aquel camino si había otro más corto. Y me lo enseñó. En verdad el otro camino, aunque estrecho y pedregoso, era mucho más rápido. Desde entonces mi mente se abrió al concepto de atajo: un modo de hacer las cosas o ir a los lugares más directo, más corto, más rápido, que requería menos esfuerzo y, por tanto, mucho mejor. Al menos así me lo enseñaron, como algo mejor. Y así lo interpreta también nuestra sociedad: el que llega antes, con menos esfuerzo y gastando menos, es más listo y más exitoso.

Y esta es la filosofía moderna de la vida. ¿Por qué utilizar un horno convencional cuando el microondas ahorra muchísimo tiempo? ¿Por qué ir al supermercado y cocinar cuando, sin bajarme del auto, puedo comprar comida rápida y barata? ¿Por qué tomarme la molestia de lavar mi auto si en tres minutos, en una máquina automática, está hecho por un módico precio? De lo que quizás pocos se dan cuenta es de que, por utilizar esos atajos, se están dejando de lado cosas tan importantes como comer sano o cuidar bien de nuestras pertenencias.

En el caso de la religión, lo más inteligente no es querer alcanzar metas utilizando atajos. Piensa en el caso de Sara, que no supo esperar el cumplimiento de las promesas de Dios y tomó un atajo de consecuencias sumamente negativas (ver Génesis 16). O en el de Saúl, que no tuvo paciencia para esperar la llegada del profeta Samuel y presentó un sacrificio a Dios, violando así los preceptos divinos (ver 1 Samuel 13, 14).

No hay caminos fáciles que conduzcan a la grandeza. El esfuerzo, la perseverancia, la dedicación, la concentración pese al cansancio, el trabajo silencioso diario, tipo hormiguita y, sobre todo, la confianza serena en Dios, son los que dan los mejores resultados.

La cultura de lo inmediato, de ver los resultados aquí y ahora, no ayuda nada al desarrollo del carácter cristiano. En contraste, el cristianismo es más bien la cultura de lo trascendente.

Al gran Chef del universo le gusta cocinar a fuego lento.

 

Mónica Díaz

autora de Ante todo, cristiana

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