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Fríamente calculado -Primera parte-

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«Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo». Salmo 23: 4, RV95

«NO TE DARÉ EL EXAMEN en otro día que no sea el sábado, y si no lo tomas, ya sabes, reprobarás el año y no podrás ingresar a la universidad». El maestro fue muy claro y categórico, desafió mi fe en Dios y me colocó en la típica disyuntiva que todos en algún momento afrontamos: ser fiel a pesar de las consecuencias o no serlo y «triunfar» en la vida.

En aquel entonces tenía apenas diecisiete años y cursaba el último año de la preparatoria. Quería convertirme en médico y necesitaba aprobar ese último curso para poder ingresar a la universidad. Mi familia no compartía mi fe, así que ellos abogaban por que yo sacrificara mis principios, si fuera necesario, para llegar a lo que ellos llamaban «la principal» de mis metas. El profesor de matemáticas siempre había visto con recelo que no participaba en las conversaciones frívolas y obscenas que él sostenía con los demás alumnos. Aparentemente este maestro me observaba consumo cuidado y sentía que mi manera de vivir era una reprensión a su estilo de vida, así que había resuelto destruir mi fe. Con el objetivo de colocarme entre la espada y la pared, el maestro había programado el último examen de matemáticas, el que me permitiría alcanzar la universidad, para que cayera en sábado.

Sin apoyo familiar, sintiéndome abrumado y preocupado, me surgieron pensamientos de desaliento: «Señor, ¿qué voy a hacer ahora? ¿Cómo voy a enfrentar esta prueba? ¿Qué dirá mi familia, cómo les digo que no podré entrar a la universidad?». A pesar de esto, también pensaba: «Pase lo que pase tengo que ser fiel, algo mejor tendrá el Señor para mí». En esos momentos legué a pensar que tal vez no era la voluntad de Dios que yo me convirtiera en médico, así que oré fervientemente para que Dios me ayudara a comprender el significado de todo esto, y me diera una salida que pudiera glorificarle.

Dios nunca nos prometió que no tendríamos problemas, sino que en medio del «Valle de la sombra de muerte» estaría con nosotros. No importa si tu problema es grande o pequeño, solo confía, Dios está contigo. Mañana te contaré cómo terminó mi historia.

 

José Antonio Álvarez Ramírez

Cuba

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