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Este no es tu lugar

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«Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros». Romanos 5: 8

CRECÍ CON MI MADRE, ella me instruyó desde pequeña en la fe Adventista. Asistía cada sábado a la Iglesia Adventista de Pavas con mi madre y dos de mis hermanas. El 3 de julio de 2004 decidí bautizarme. Yo sabía lo que estaba haciendo y tomaba mi decisión muy en serio, pero aunque estaba decidida a bautizarme no había tenido un encuentro real con Jesús. Me bauticé a los quince años y de inmediato empezaron mis luchas, de manera más concreta con las fiestas. Me encantaban las fiestas, empecé a ir a bailes y ya a mis dieciocho años, cuando se alcanza la mayoría de edad en mi país, tomé la triste decisión de apartarme de la iglesia.

Al principio mi nueva vida parecía divertida, trabajaba en un banco y ganaba muy bien. Yo quería «libertad», hacía lo que quería e iba a donde quería. Asistía a bares, tomaba alcohol y me llegué a emborrachar en varias oportunidades. Anduve en esos caminos por unos tres años, hasta que un día sentí un gran vacío en mi interior. No puedo describir lo horrible que se siente estar rodeada de tantas personas «divirtiéndose» y a la vez, sentirme tan vacía y sola. Recuerdo que en esa ocasión me encontraba en un bar cuando escuché una voz en mi interior que me dijo: «¿Qué estás haciendo aquí? Este no es tu lugar». De inmediato llegaron a mi mente los recuerdos de cuando asistía a la iglesia, recordé sermones y cantos, pero sacudí la cabeza e ignoré esa voz.

Aunque hice caso omiso a la voz de Dios en aquel bar, cada vez que visitaba un centro de diversión volvía a escuchar la voz que me decía que ese no era mi lugar. Poco tiempo después mis hermanas me invitaron a una programación de jóvenes y empecé a asistir regularmente a la iglesia. Mientras asistía a una vigilia tuve un encuentro personal con Jesús. El predicador habló acerca de los sufrimientos de Cristo y me di cuenta de lo mucho que Dios me ama. Ese día lloré mucho, pero decidí seguir a Jesús en respuesta a su amor.

Me bauticé poco tiempo después, ahora con veintiún años, y hoy vivo una vida feliz en Cristo Jesús. Él es mi mayor alegría y mi mayor bendición es saber que responde mis oraciones.

 

Miriam Lindo

Costa Rica

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