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EL DÍA DE NOCHEBUENA DE 2016 pasará a la historia en nuestra familia como la noche de «la patada salvadora». Aquella noche decidimos, como familia, dormir todos en la sala de la casa para abrir los regalos al día siguiente. Durante la madrugada sentí una fuerte patada en el lado derecho de la ingle que me hizo despertar abruptamente. Keyra, mi hija mayor, me había pateado tan fuerte que me provocó un dolor agudo. Al día siguiente me percaté de que el dolor persistía, pero no le presté atención. Dos días después, al subir los escalones hacia el apartamento, me comenzó un dolor agudo y cuando llegué a casa le pedía mi esposa que me llevara de emergencia al hospital y así lo hizo. No sabíamos que esto marcaría el inicio de toda una odisea de eventos e incertidumbres.
Nos dieron un diagnóstico parcial, pero como la molestia persistía me sometía más estudios. Uno de ellos arrojó datos preocupantes: una masa en el riñón derecho que parecía ser un tumor y otra justo en donde Keyra me había pateado. Nuestro primer pensamiento fue que la segunda «masa» podía ser una metástasis del primer tumor. ¿Qué harías ante un diagnóstico similar? ¿A quién acudes?
Nosotros acudimos a aquel que podía confortarnos en medio de esta terrible prueba. Dejar a mis hijos de tres y un año huérfanos y a mi esposa desconsolada me partía el corazón. En más de un momento llegué a pensar que mi caso ya no tenía solución, pero Dios me restauró el ánimo en medio de la incertidumbre y me llenó de paz y gozo.
En medio de los estudios y diagnósticos la oración desempeñó un papel fundamental, fue una fuente de seguridad y ánimo tanto para mí como para mi familia. Dios nos confortó en medio de la prueba. Aun cuando pienses que todo está perdido, te animo hoy a rendirte al Señor, ábrele tu corazón, pues él puede cambiar en victoria la aparente derrota. Deja que Dios guíe cada paso de tu vida y que sea él quien dibuje tu futuro.
Continuará...
Luis M. Acevedo
República Dominicana