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ORAR POR LO QUE FALTA

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«Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; escucha mi voz cuando te invocare. Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde» (Salmos 141: 1, 2).

PARA ALGUNOS, la discapacidad es causa de desánimo, mientras que para otros, es un desafío y una oportunidad para confiar más en Dios. Adriana quería ser colportora pero era muda. Sin embargo, pidió a Dios en oración que le concediera llegar a serlo. Dios le dio la oportunidad: comenzó a colportar tanto en zonas rurales como en urbanas. Ella dedica varias horas a la oración para hallar gracia ante los clientes que visita y poder mostrar los libros sin decir una sola palabra; señala los párrafos importantes y las ilustraciones de los libros que vende.

Dios ha estado con ella, porque a pesar de no tener el don del habla, ha tenido mucho éxito en la venta de los libros y en hallar personas interesadas en el evangelio. Gana almas para el reino celestial y vende muchos libros para su sostenimiento. ¿Cómo se presenta ante la gente? ¿Cómo da los estudios bíblicos?

Cuando oras, recibes poder. El panorama se abre y ves una ventana de oportunidades que, bien aprovechadas, te lleva al éxito esperado. Es Dios el que actúa a favor tuyo y mediante ti, solamente necesitamos confiar en él y dedicar el tiempo necesario a la oración.

Sin oración, no se obtienen los dones que muchas veces necesitarnos y que solo vienen de Dios. Él nos hace útiles en la vida y compensa nuestras carencias. Así fue como el rey David engrandeció a Mefi-boset, devolviéndole las tierras de su abuelo Saúl, y lo colocó como uno de sus hijos y le dio una ración de comida de por vida en la mesa del rey. Así hace Dios con los hijos que lo buscan de todo corazón, orando constantemente para alcanzar misericordia delante del trono del Omnipotente.

La relación entre la oración y la recompensa, es clara en esta cita: «Todos nuestros ruegos llegan al corazón de Dios cuando acudimos a él creyendo [...]. Deberíamos pensar en nuestro Padre celestial como más dispuesto a ayudarnos de lo que un padre terrenal está dispuesto a ayudar a su hijo» (E. G. White, A fin de conocerle, pág. 229). Si clamamos a Dios todos los días y le pedimos que nos capacite, él vendrá a nosotros y satisfará nuestras necesidades. Acudamos a Dios suplicando que nos dé capacidades suficientes para honrar su santo nombre.

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