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LA ESPERANZA es como un ancla que nos sostiene en momentos de dificultad. ¿Qué esperamos? El cumplimiento de la promesa de Dios:
No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho, voy pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis (Juan 14: 1-3).
Nuestra esperanza es ver a Jesús regresar en gloria y majestad, e ir a vivir con él por siempre. Esta promesa nos llena de emoción. Por eso, el apóstol Pablo nos anima: «Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió» (Hebreos 10: 23). En la fidelidad divina tenemos el fundamento de nuestra esperanza. El apóstol Pablo agrega: «Por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen» (1 Timoteo 4: 10). Cuando nuestro Señor venga, y se cumpla la promesa, el pueblo de Dios dirá: «He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; este es Jehová, a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación» (Isaías 25: 9).
El apóstol Pablo afirma que «en esperanza fuimos salvos», porque esperamos la consumación de esa salvación. La cruz es la garantía de la realidad futura de la segunda venida. La victoria en la cruz nos hace esperar confiados en ese futuro que todavía no podemos ver pero que damos por cierto. Además, esperamos confiados porque Dios lo ha prometido. Él garantiza nuestra esperanza. Por eso, cuando nos alejamos de él, la esperanza se aleja de nosotros. Acercarse a él es acercarse a la esperanza.
Imagínate que padeces una extraña enfermedad mortal. Has agotado todos los recursos posibles para encontrar una cura, y estás condenado a morir. Entonces, escuchas de un médico que tiene un nuevo tratamiento revolucionario. Todos sus pacientes han sanado completamente. Tienes que decidir recibir el tratamiento del médico y vivir, o rechazar su ayuda y morir. De la misma manera, Dios tiene la cura para la enfermedad mortal de la desesperanza. Si aceptas a Cristo Jesús como tu única esperanza, serás salvo en él. Hoy, puedes renovar tus baterías espirituales, renovar tu esperanza.