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Bartimeo busca a Jesús (2a. parte)

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«Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y llamaron al ciego diciéndole: "Ten confianza; levántate, te llama”» (Marcos 10: 49).

EL CIEGO BARTIMEO era muy positivo. Tenía confianza en que Jesús lo escucharía. Utilizó lo que tenía a la mano para conseguir encontrarse con él: su voz y sus oídos. Intentó determinar qué tan lejos venía Jesús porque era su única oportunidad; y a pesar de la multitud, pudo hacerse escuchar a través del vocerío.

La fe nos acerca a Dios, nos hace tener esperanza cuando todo alrededor parece venirse abajo. Nos hace elevar la voz cuando nos ordenan callar. Nos hace pedir al Señor lo que necesitamos con la certeza de que nos lo concederá. El corazón de Bartimeo dio un salto de alegría cuando supo que el Mesías estaba a pocos pasos de donde él se encontraba. Podía ser ciego pero no mudo y su fe era firme.

Lo admirable de Bartimeo es su persistencia en clamar por la ayuda de Dios. Llamó y volvió a llamar hasta que le dijeron que Jesús se había detenido y lo estaba llamando. Su fe traspasó toda barrera e impedimento con tal de encontrarse con el Señor. La fe nace de nuestra impotencia de no poder hacer nada por nosotros mismos y caer rendido al único que lo puede hacer todo por nosotros. Una vez que supo inmediatamente que estaba ante la presencia del Maestro. Entonces, Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» (Marcos 10: 51). Si bien había muchas cosas de las que tenía necesidad, como dinero, abrigo o consuelo, el ciego pidió desde lo profundo de su corazón: «Maestro, que recobre la vista». Pidió lo que solamente se puede pedir con fe. Pidió lo imposible, la vista. Entonces Jesús afirmó que la fe de Bartimeo lo había salvado e inmediatamente, recobró la vista. Ahora Bartimeo no podía dejar de seguir a Jesús.

La fe en Jesús sana cualquier dolencia espiritual y en ocasiones también las enfermedades físicas. Pero la fe va más allá de sanación o curación. La fe es la confianza y la seguridad de que nuestra vida, independientemente de la adversidad que enfrentemos, está bajo el mando del poder soberano de Dios.

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