|
SE NECESITA una generación moderna que se atreva a romper los patrones normales que la cobijan, que no se conforme con lo que está sucediendo sino que impacte a la sociedad, viviendo de acuerdo al propósito de Dios.
La primera generación del pueblo de Israel que salió de Egipto, pereció en el desierto por ser rebelde y desobediente, sin haber seguido la voz de Dios aun cuando estuvo con ellos todo el tiempo. Solamente Josué y Caleb entraron en Canaán, porque hubo en ellos otro espíritu, un espíritu positivo, de valor y fuerza en Dios; un espíritu de avanzada, de conquista, de visión, y eso marcó la diferencia. La segunda generación que nació en el desierto pudo entrar en Canaán, no porque tuvieran un buen comportamiento, sino por la gracia de Dios, porque Dios tuvo misericordia de ellos.
La generación de impacto se caracterizará por vivir no de cualquier manera, sino de la manera que Dios ordena. Su código de comportamiento está basado en los principios de la Palabra de Dios. Son mentes cambiadas y transformadas por la Palabra. Son hijos que honran y respetan a sus padres, independientemente de cómo son ellos. Son jóvenes que se preparan de manera integral (espíritu, alma y cuerpo) para asumir los retos que se presentan, sin negociar sus principios. Son ciudadanos provocadores de cambios, pero no por medio de la violencia y la guerra, sino de un estilo de vida que motiva a otros al cambio positivo y transformador. Son seres humanos sensibles al sufrimiento de sus semejantes, motivándolos a forjar una iglesia y un mundo mejores. Son jóvenes con una identidad sana y muy definida (saben quiénes son), y tienen metas y proyectos de vida claros (saben adónde van).
Dios no hace acepción de persona, pero en cada generación los que temen al Señor y obran piamente son aceptados por él, mientras que los murmuradores, incrédulos y rebeldes, no obtendrán su favor ni las bendiciones prometidas a los que aman la verdad y caminan en ella (E. G. White, Consejos sobre la salud, pág. 139).
Hoy, hagamos un impacto donde estemos por medio de una vida cristiana inmersa en la voluntad de Dios y guiados por su Santo Espíritu.