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CUANDO ALIMENTÓ A LOS 5000, Jesús invitó a sus discípulos a participar con él en la bendición de distribuir el pan y los peces entre los congregados. Los apóstoles fueron testigos de cómo el pan y los peces no se agotaban. Entre más repartían, más alimento había. Ellos mismos eran canales de esa bendición; llevaban en sus manos alimentos que Jesús había tocado, miraban cómo la gente se satisfacía y, a medida que pedían más, el alimento seguía fluyendo. Así es Cristo Jesús, su sustento no tiene límites, su bendición es inagotable (Juan 14: 13).
Así como mediante los discípulos el alimento llegó a manos de los hambrientos, Dios espera bendecir a otros gracias a nosotros. Es nuestra tarea ser un canal de bendición para los demás y ser testigos de los milagros de Dios para los necesitados. Dios nos invita a dirigir las mentes de las personas hacia Jesús, orientarlas y ayudarlas a salir de la esclavitud del mal. Los genuinos colaboradores de Dios impartirán el pan espiritual a los hambrientos que esperan recibir de sus manos, sus labios y su corazón, la promesa de la vida eterna y el sustento de su Palabra, que los fortalecerá hasta la Segunda Venida de Cristo Jesús.
Un canal de bendición es como un río de aguas vivas que calma la sed o como el rocío de la mañana que alegra los montes, o la cascada de aguas frías que calma la ansiedad. Así es todo aquel que colabora con Dios al ayudar al necesitado y vestir al desnudo. Nuestro estilo de vida debe impactar a los demás, nuestro comportamiento debe llevar el mensaje de que somos cristianos. Ahora bien, todas las bendiciones provienen de Dios, no de nosotros mismos; por eso, al recibirlas, debemos compartirlas a fin de glorificar a nuestro Padre celestial.
¿Qué estás haciendo para impactar la vida de los demás? ¿De qué manera podemos dar sabor a la vida de otros? Seamos un canal de bendición a la humanidad como fueron los discípulos, al colaborar con Cristo en el milagro de la alimentación.