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Elías y la viuda

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«Jehová Dios de Israel, ha dicho así la harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra» (1 Reyes 17: 14).

EL PUEBLO DE ISRAEL se había mezclado con la idolatría y los cultos paganos de los sidonios. Su rey Acab, quien gobernaba el reino del norte con diez tribus, había contraído matrimonio con Jezabel, hija de Itobaal, rey de los sidonios. La Biblia dice que Acab sirvió a Baal y lo adoró.

Como Acab había hecho lo malo ante los ojos de Dios, él le envió un mensaje por medio del profeta Elías, que decía: «¡Vive Jehová, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, hasta que mi boca lo diga!» (1 Reyes 17: 1). Fue así como llegó la sequía que produjo gran hambruna.

Entonces, el Señor mandó a Elías a esconderse de Acab en el arroyo de Querit, que estaba frente al Jordán. Para cuidar del profeta, Dios enviaba cuervos para que le llevaran comida por la mañana y por la tarde. Al mismo tiempo, Elías bebía del agua del arroyo para mantenerse hidratado. Después fue enviado a Sarepta de Sidón, para que allí lo alimentara una viuda.

Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró a una mujer que estaba recogiendo leña. Entonces se dirigió a ella y le habló. ¿Cómo sabía Elías que era ella la viuda a la que Dios le había ordenado que lo sustentara? Pues bien, Dios ayuda y guía a todo aquel que obedece su Palabra.

Asimismo, la mujer también obedeció lo que Dios le dijo por medio de Elías, y durante el tiempo de la sequía, Dios la sustentó. Mañana examinaremos más a fondo este pasaje bíblico.

Tanto Elías como la viuda de Sarepta fueron protegidos por seguir las indicaciones de su Señor. Si obedecemos la Palabra de Dios, él proveerá lo que necesitemos en momentos de crisis.

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