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Consecuencias de la desobediencia

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«Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras. Se apesadumbró Samuel y clamó a Jehová toda aquella noche». (1 Samuel 15: 11).

POR MUCHOS AÑOS el pueblo de Israel había sido gobernado por jueces, hasta que clamaron a Samuel por un rey, como las demás naciones.

Fue un golpe muy fuerte para Samuel. Él era consciente de que estaban desechando a Dios, al pretender que los gobernara un hombre que bien podría corromperse, en lugar de seguir siendo gobernados por el Señor incorruptible. Pero Dios le dijo a Samuel que no se preocupara, que no hiciera caso a lo que decían, porque no estaban desechando a Samuel, sino a él mismo; y entonces decidió darles un rey: Saúl, el primer rey que tuvo Israel.

Al comienzo, Saúl caminó según los propósitos de Dios, pero más tarde comenzó a hacer lo indebido, a desobedecer y a ser rebelde a la palabra de Dios. El Señor le envió un mensaje: «Ve, pues, hiere a Amalec, destruye todo lo que tiene y no te apiades de él, mata hombres, mujeres y niños, aun los de pecho, y vacas, ovejas, camellos y asnos» (1 Samuel 15: 3).

Los amalecitas habían guerreado contra Israel, y Josué los había vencido, pero ahora Dios daba la orden de exterminarlos de la tierra, como se había predicho (Éxodo 17: 14). Por eso, mandó a Saúl a destruirlos totalmente. Sin embargo, Saúl le perdonó la vida a su rey Agag, y conservó el mejor ganado, para el sacrificio a Dios. «Entonces Samuel dijo: ¿Acaso se complace Jehová tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a las palabras de Jehová? Mejor es obedecer que sacrificar; prestar atención mejor es que la grasa de los carneros» (1 Samuel 15: 22).

Debido a su desobediencia, Dios lo desechó como rey y le pidió a Samuel que ungiera a otro hombre que fuera conforme a su corazón; porque la desobediencia parcial es desobediencia total. Saúl había comenzado humilde, sujeto a la voluntad de Dios, pero luego siguió sus propias inclinaciones y tomó su propio camino; su corazón se volvió rebelde y obstinado, cayó en el orgullo y la autosuficiencia.

El mejor sacrificio que podemos ofrecer a Dios es un corazón sincero y obediente a su Palabra.

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