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PUEDEN ESTAR BIEN los labios, las manos y los pies, pero si el corazón está enfermo, todo el cuerpo está contaminado. «De la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas, y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas» (Mateo 12: 34, 35).
El corazón es el centro de la vida humana. Cuando se habla del corazón se habla también de la mente. Del corazón salen lo bueno y lo malo, las decisiones correctas y las mal encausadas. «Como el rostro en el agua es reflejo del rostro, así el hombre se refleja en el corazón del hombre» (Proverbios 27: 19). Si en tu corazón hay gozo, tu semblante será gozoso; si en tu corazón hay paz, serás una persona apacible; si en tu corazón hay bondad, serás una persona bondadosa, pero si hay maldad se reflejará en ti. Tus palabras y tus acciones dirán lo que hay en tu corazón. El corazón del hombre es su motor, en el que radica la fuerza de su vida y desde donde nacen lo bueno y lo malo.
Ya que Dios conoce lo profundo y lo secreto del corazón, y por naturaleza el corazón es malo, clamemos como el salmista: «¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí! [...] Devuélveme el gozo de tu salvación y espíritu noble me sustente» (Salmos 51: 10, 12). Dios cumple su promesa al dar otro corazón no como el anterior, sino uno nuevo, porque Dios no pone remiendos, sino que quita el corazón de piedra y da uno que ame a Dios, guarde sus mandamientos y a Dios le pertenezca (Ezequiel 11: 19, 20). Fue así como el salmista le pidió a Dios: «No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, para hacer obras impías con los que hacen maldad; y no coma yo de sus deleites» (Salmos 141: 4).
En las recomendaciones que David le dio a su hijo Salomón, están estas: Sirve a Dios con un corazón perfecto, con ánimo generoso, porque él escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si lo buscas, lo hallarás; pero si lo dejas, él te desechará para siempre (1 Crónicas 28: 9).
Si tu corazón está lejos de Dios, y disfraza tu creencia en él con un cristianismo falso, estás en el camino incorrecto. Escuchemos al salmista: «Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque de él mana la vida» (Proverbios 4: 23).