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Gracias por el reinado eterno de Cristo

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«Te damos gracias, señor Dios Todopoderoso, el que eres, que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder y has reinado» (Apocalipsis 11: 17).

TENEMOS LA CERTEZA que viene un día glorioso, cuando Cristo será coronado rey y nosotros seremos partícipes de esa gran celebración. Esta es la gratitud que invade nuestro corazón, al saber que Cristo reinará para siempre, lleno de gloria y poder. Cuando el séptimo ángel tocó la trompeta, hubo grandes voces en el cielo, que decían:

«Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos». Los veinticuatro ancianos dijeron: «Te damos gracias, señor Dios Todopoderoso, el que eres, que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder y has reinado» (Apocalipsis 11: 15-17).

El salmista afirma: «Tu trono, Dios, es eterno y para siempre, cetro de justicia es el cetro de tu reino» (Salmos 45: 6).

Dios es soberano y el universo le pertenece por derecho propio. La crucifixión de Cristo le quitó al diablo el derecho de invocar su dominio sobre la humanidad y pronto tomará. Su dominio completamente. Cuando llegue ese momento glorioso, Jesús va a gobernar un pueblo obediente. Por fin habrá paz absoluta, una paz completa e inalterable de la eternidad. El canto de alabanza es por el definitivo triunfo de Cristo sobre el mal. El único que merece honra y gloria. El himno de los veinticuatro ancianos, no solo canta el poder y la gloria de Dios, sino también su justicia. Porque Dios es justo, santo y misericordioso.

Cuando Cristo asuma el mando de todo y se siente en su trono de gloria, dará la recompensa a sus siervos que hayan sufrido por causa del evangelio como los profetas, los fieles y temerosos de Dios, los que reverencian su nombre y observan sus mandamientos. Así lo afirma el salmista al decir: «Bendecirá a los que temen a Jehová, a pequeños y a grandes [...]. ¡Benditos vosotros de Jehová, que hizo los cielos y la tierra! Los cielos son los cielos de Jehová, y ha dado la tierra a los hijos de los hombres» (Salmos 115: 13-16).

San Juan menciona: «¡Aleluya!, porque el Señor, nuestro Dios Todopoderoso, reina» (Apocalipsis 19: 6). Los cielos y la tierra son el dominio de Dios y el estrado de sus pies. Todos los participantes de este reino eterno que será establecido, son los fieles de Dios que no claudicaron a pesar de las grandes tribulaciones y las pruebas finales en este mundo. «Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia» (Hebreos 12: 28).

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