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La huerta

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"Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad en vano hacen guardia los vigilantes” (Sal. 127: 1).

Si amas la jardinería, ¿cómo te sentirías, si descubres que tus vegetales comienzan a marchitarse poco después de madurar? Te sentirías preocupado y triste, ¿no es cierto? Mi situación fue diferente.

Había estado cuidando de mi pequeña huerta durante más de un año. En ella, tenía distintos tipos de vegetales. La espinaca, la ocra y los tomates estaban muy bien. Todos en mi vecindario los admiraban, y hasta acudían ante una emergencia para llevarse algunos. Los tomates estaban grandes y maduros, perfectos para consumir, y los otros vegetales de hoja se veían abundantes y atractivos. Estaba feliz porque todo lo que había trabajado regándolos en la época de sequía y sacando las malezas no había sido en vano. También envié un poco a la casa de mis padres, ya que a mi mamá le encantan los productos agrícolas frescos y está orgullosa de mi huerta.

El 13 de agosto salí del trabajo y me dirigía casa, con el objetivo de reunir algunos vegetales de mi huerta para preparar una comida equilibrada. Pero mis planes fueron destruidos cuando llegué al frente de mi casa y vi una huerta vacía y limpia. ¡Todos los vegetales habían desaparecido! Las hojas que todavía colgaban de algunos tallos se habían secado bajo el sol y algunas plantas habían sido arrancadas de raíz. No tenía esperanza de poder revivir mi huerta.

El jardinero, un empleado nuevo, había recibido indicaciones de sacar los arbustos que rodeaban la huerta, pero asumió que todo era maleza ¡y sacó todo! Me sentía muy angustiada y abatida, pero no desanimada. Pedí a Dios que me ayudara a controlar mi enojo y traté de ver si había un rayo de esperanza para los vegetales que todavía tenían sus raíces en la tierra. Como Dios lo quiso, ¡muchos comenzaron a revivir!

Y yo pensé. Esto es exactamente lo que le hacemos al Señor. Él nos planta y trata de cuidarnos bien, pero nos destruimos a causa de nuestros pecados, poniéndolo muy triste y permitiendo que el diablo se regocije.

Esto me ha ayudado a apreciar el trabajo de Dios en mi vida y a tomar la decisión de no destruir la vida que él ha construido para mí. Quiero cuidar de una hermosa huerta con Dios en el cielo.

TEMITOPE JOYCE LAWAL

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