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Animar es positivo

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"Como naranjas de oro con incrustaciones de plata son las palabras dichas a tiempo" (Prov. 25: 11).

Al pensar en lo que hemos vivido, es absolutamente maravilloso recordar a las diferentes personas que hemos conocido y con las cuales nos hemos relacionado. Algunas han sido de inspiración y ánimo, mientras que otras nos han desanimado. Creo que en cada situación Dios está tratando de enseñarnos lecciones. Quizá nunca sepamos, hasta que estemos en la eternidad, del efecto que nuestras palabras y acciones tuvieron sobre las personas con las cuales nos relacionamos en el día a día.

Pienso en la historia de Russell, y en el gran impacto que tuvieron las palabras de ánimo de una persona empática a este joven: le dieron el valor y la confianza de que Dios podía hablar a través de él, para alcanzar a las personas jóvenes en nuestra iglesia.

Russel asistía a una iglesia suburbana grande, en Adelaida, la capital de Australia Meridional. Cuando tenía unos 18 años, sintió el deseo de predicar la Palabra de Dios. Pero Russel no tenía suficiente confianza en sí mismo como para predicar ante sus pares, así que buscó una iglesia rural en Murray Bridge, a unos ochenta kilómetros de Adelaida. Luego de dedicar mucho tiempo a la oración y el estudio, Russel confiaba en poder brindar su sermón inaugural. Sin embargo, cuando llegó el momento y él se paró para predicar, las palabras le fallaron. Perdió su confianza y huyó de la iglesia, hacia un vestíbulo adyacente. Allí, una mujer de mediana edad lo alcanzó y le ofreció palabras amables de ánimo.

Un tiempo después, Russel se mudó con su familia a Melbourne, la capital de Victoria, donde se formó como maestro de escuela. Se ha casado, y ahora predica quincenalmente en una iglesia de jóvenes. También dirige estudios bíblicos semanales para un grupo de hombres jóvenes, y su esposa hace lo mismo, para mujeres jóvenes.

Subestimamos la poderosa palabra "ánimo". Dios nos da palabras que decir y nos motiva a la acción. “Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios nuestro Padre, que nos amó y por su gracia nos dio consuelo eterno y una buena esperanza, los anime y les fortalezca el corazón, para que tanto en palabra como en obra hagan todo lo que sea bueno" (2 Tes. 2: 16, 17). Lo maravilloso es que Dios no solo nos anima, sino también puede ayudarnos a alentar a otros, a través del Espíritu Santo. Nunca sabremos la diferencia que estas palabras pueden representar en la vida de las personas.

JOAN D. L. JAENSCH

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