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Un balde de gozo

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"Que hagas lo que es correcto, que ames la compasión y que camines humildemente con tu Dios" (Miq. 6: 8).

Una familia de la iglesia vino a casa a visitarme cuando estaba enferma y trajeron a su hijo pequeño. Cuando entraron me sentí triste, al recordar que no tenía juguetes con los que él pudiera jugar. Por supuesto, esto hizo que la visita fuera más exigente para los padres. Pero después de explorar a su alrededor, el niño lentamente encontró gozo en jugar solamente con su único juguete: un autito. Finalmente, se quedó dormido, escuchando los repiques del reloj.

Cuando nuestro hijo era pequeño, tenía tantos juguetes que siempre había suficientes para que él y sus amigos compartieran. Sin embargo, cuando fue creciendo y se mudó para asistir a la universidad, regalamos o tiramos aquellos amados tesoros. Más o menos una semana después de la visita del niñito, comencé a revisar la casa, sabiendo que tenía que haber juguetes en alguna parte. Fue entonces que encontré el rompecabezas. Estaba encantada, pero me quedé mirándolo por un momento. Estaba hecho de corcho amarillo, y tenía perforados coloridos números anaranjados, azules, verdes y violetas. Era un juego atractivo, seguro, fácil e interesante para cualquier niño. Pero, lo que me intrigó fue el orden de los números. Los números estaban ordenados de uno a cero. A menudo, me había preguntado por qué el cero estaba al final, en lugar de al principio. No soy educadora, así que, luego de buscar en Internet, aprendí que el cero es uno de los números más importantes. Tiene una función centra en la física, la química, las ciencias informáticas y las matemáticas. Denota elementos, objetos, grados, valores, razonamientos y teorías importantes. Pero eso todavía no me daba una explicación para el rompecabezas.

Pensé en cómo los adultos nos concentramos tanto en los números. Cada uno de esos números tenía su propia identidad, tamaño y color. ¿Importaba cuál fuera el más destacado? Para el niño, el cero al final se veía tan bien como cualquier otro número. A veces, a semejanza de esos números, tratamos de ponernos antes que otro solo para "vernos bien". Pero al final, eso no nos hace mejores que ninguna otra persona. Como mi familia solía decir: "Todos tenemos que ponernos el pantalón una pierna a la vez".

Nos esforzamos por enseñar a nuestros niños a cuidar de cómo tratamos a otros, pero nos olvidamos de nuestras propias lecciones. ¿No les decimos: "Jesús quiere que nos amemos unos a otros"?

Ahora tengo un balde lleno de juguetes, incluyendo el rompecabezas, listo y esperando a que vuelva alguna visita pequeña. También debiera ser un balde de gozo.

CATHERINE MCIVER

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