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Ethel, mi vecina de abajo, y yo escuchamos las sirenas de los camiones de bomberos pasar por nuestra calle esa mañana, y ambas salimos a ver cuál era la casa que estaba incendiándose. Seguimos al camión cuando dobló en la esquina y vimos una multitud reunida frente a un hogar en llamas. Se podía escuchar el crepitar de la madera y vimos humo saliendo de cada ventana. Fue terrible ver tanta destrucción. Escuché a una señora cerca de mí decir en voz alta: "Solo piensa: las posesiones y los recuerdos de toda tu vida convirtiéndose en humo" como mujeres, podíamos fácilmente compadecernos ante una situación así.
Ethel y yo estábamos paradas al lado de una señora que estaba llorando. Supimos que era la dueña, porque repetía vez tras vez: "Señor, no puedo creer que me esté pasando esto de nuevo". Nos dijo que esta era la segunda vez que su casa era destruida por el fuego. Ethel puso sus brazos alrededor de sus hombros y dijo:
-Sé cómo te sientes.
La mujer enjugó las lágrimas de sus ojos, miró a Ethel y preguntó:
-¿Alguna vez se quemó tu casa?
Una Ethel evidentemente reprendida respondió suavemente:
-No...
Otras personas no pueden conocer el profundo sentimiento de pérdida, el trauma emocional, la completa frustración e impotencia que se experimenta ante tal tragedia, a menos que les haya pasado a ellos. Entonces, y solo entonces, podemos decir verdaderamente: “Sé cómo te sientes".
Este incidente trágico trajo vívidamente a mi mente la encarnación de Cristo, según está descrita en Hebreos 4: 15: "Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades". Al venir a la Tierra en forma de un bebé, Cristo aprendió por experiencia propia lo que se siente ser humano. Él estuvo expuesto a lo bueno, a lo malo y a las experiencias traumáticas de la humanidad.
Ethel tenía buenas intenciones, cuando dijo a la dueña de la casa que sabía cómo se sentía, pero no la ayudó a mitigar su dolor. Si Ethel le hubiera dicho que a ella también se le había quemado una casa, entonces, la mujer podría haber sentido algo de consuelo gracias a sus palabras.
Exactamente esta es la razón por la cual nosotras, mujeres cristianas, podemos encontrar consuelo en nuestras adversidades, pruebas y tribulaciones, porque Cristo tomó nuestra humanidad. Él conoció la fatiga, el hambre, la sed, el abuso, el rechazo, las traiciones, las pérdidas, así también como el amor, la aceptación y el gozo en el servicio a su Padre. Por tanto, él realmente sabe cómo nos sentimos.
DOROTHY D. SAUNDERS