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¡Fuego!

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"Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo. Cuando cruces los ríos, no te cubrirán. Sus aguas, cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas (Isa. 43: 2).

Mi prima y yo éramos muy jóvenes, cuando hicimos un viaje en auto hacia un congreso de jóvenes. Yo manejaba mi auto y, antes de salir, lo llevé a que lo revisaran y dejaran en condiciones. Estábamos muy emocionadas, porque era la primera vez que hacíamos un viaje largo sin nuestros padres. El viaje parecía ir bien y nosotras íbamos enfrascadas en una conversación.

Noté que teníamos que cargar combustible, así que me detuve en una estación de servicio. Sin embargo, me detuve demasiado lejos del surtidor y la manguera no llegaba hasta mi tanque. Mi prima había bajado del auto y entrado en la gasolinera, así que decidí retroceder un poco para quedar más cerca del surtidor. Comencé a retroceder, pero cuando pisé los frenos, no funcionaron. Entré en pánico y pisé los frenos nuevamente con todas mis fuerzas. En lugar de detenerse, ¡mi auto repentinamente atropelló el surtidor! Ahora salía fuego del tanque de combustible del auto.

Mi prima vino corriendo, gritándome que saliera del auto. Salí, sintiéndome un poco aturdida. Todos corrían, pero la mayoría alejándose rápidamente de la estación de servicio. ¡Mi prima me gritó que corríamos peligro de que la estación de servicio explotara!

Pronto llegaron los bomberos. Fue como una pesadilla. No podía creer lo que estaba sucediendo: solo quería desaparecer. Lo más difícil fue llamar a mi madre, para hacerle saber lo que había sucedido. Por supuesto, ella estaba más preocupada por nuestra seguridad.

Mi madre y otra prima viajaron bastante, para buscarnos. Como mi auto no tenía frenos, lo manejó muy lentamente hasta el lugar del congreso. Mis primas y yo la seguimos en su auto. Al llegar a la ciudad, mi madre llevó mi auto a su mecánico.

El mecánico dijo que no podía creer que el lugar al cual había llevado mi auto para una inspección no hubiese notado el problema de los frenos. Un par de días después arregló mis frenos, para que pudiera volver a casa sin peligro.

Estoy tan feliz de servir a un Dios que ha prometido estar conmigo en cualquier situación que enfrente. ¡Verdaderamente Dios cumple sus promesas!

BERTHA HALL

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