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HAGAMOS UN TRATO

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Si se conducen según mis estatutos, y obedecen fielmente mis mandamientos, yo les enviaré lluvia a su tiempo, y la tierra y los árboles del campo darán sus frutos (Levítico 26: 3, 4).

Hemos llegado al final del libro de Levítico, y que lástima. No estaba muy seguro de lo que trataría Levítico, pero he aprendido mucho sobre la santidad de Dios, los servicios del santuario y un montón de cosas más. Pero eso no es todo. ¡Levítico termina estrepitosamente!

Cuando leí el capítulo 25 aprendí cómo administra Dios las propiedades, ¿Te diste cuenta de que las personas tenían prohibido cultivar la tierra cada séptimo año? Era el año sabático para que la tierra descansara, así como cada sábado es una oportunidad para que nosotros descansemos. También, cada 50 años la tierra volvería a sus dueños originales. Así se aseguraba Dios de que ningún israelita terminaría sin casa o destituido. ¡Dios es un genio!

Justo cuando pensé que Levítico no podía mejorar pasé al capítulo 26. En esta asombrosa sección de la Escritura Dios hace a Israel una oferta irresistible. Podemos resumirla en dos simples frases: «Obedéceme, y te bendeciré más de lo que podrías soñar. Desobedéceme y sufrirás». Eso es todo, simple y sencillamente.

Las bendiciones que Dios prometió no tenían comparación: cosechas que reventarían de la tierra, paz y seguridad, victoria en la batalla y una descendencia innumerable. Eso puede parecer muy poco para los que viven en países desarrollados, dado que tienen tantas cosas, pero hace apenas unos años visité una aldea en las montañas de Perú. Los lugareños vivían en pequeñas casas, cultivaban la tierra y no parecían obtener mucho, pero satisfacían completamente sus necesidades y sentían gratitud. Diría que además eran generosos. Dios prometió satisfacer las necesidades de Israel. ¡Todas!

Entonces el Señor agregó: «Estableceré mi morada en medio de ustedes, y no los aborreceré» (Levítico 26: 11). Esa era la mayor bendición de todas. Dios mismo iba a construirse una casa en su vecindario y nunca se iba a mudar. Su presencia traería una gran bendición.

Obedecer a Dios nunca es riesgoso. Él no cambia; tampoco sus promesas (Malaquías 3: 6).

NO DEJES DE LEER

Levítico 25-27

¿Leíste la lista de castigos que Israel tendría que sufrir por desobedecer a Dios? Examina Levítico 26: 14-38. Ahora lee los versículos 40-45. Dios siempre nos da una oportunidad de cambiar.

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