|
Todo sonó fabuloso. Balán había respondido perfectamente a la indecente propuesta de Balac: «Yo no puedo maldecir al pueblo de Dios». Agregó: «No puedo añadir algo a lo que Dios me dice que diga». Pero Balán no dejó de hablar, y lo que dijo después fue más importante que lo que había dicho antes.
«Ustedes pueden también alojarse aquí esta noche, mientras yo averiguo si el Señor quiere decirme alguna otra cosa» (Números 22: 19). Balán no tenía motivos para esperar algún mensaje de Dios. Él ya le había dicho que no maldijera a los israelitas como Balac deseaba (vers. 12). En su mente, Balán sabía que Dios no cambiaría de opinión, pero en su corazón, Balán quería dinero.
La gente hace lo que sea por dinero, por poco que sea. Joe Marano, de Brooklyn, Nueva York, lo averiguó a las malas. Colocó carteles por todo su vecindario para anunciar su negocio de pasear perros. Un día, Joe vio horrorizado que una mujer arrancaba todos sus anuncios. Cuando él le preguntó por qué, ella respondió que iba a dejar de pasear perros, así que retiraba sus anuncios. Sorprendido, Joe protestó: «¡Pero esos son mis carteles!». Entonces ella admitió que más bien estaba desesperada porque casi se había quedado sin clientes, y no quería competencia.
¿Por cuánto dinero competían? Pues, unos 10 a 18 dólares por media hora de paseo. No es que sacaran a pasear al perrito de Paris Hilton. De acuerdo, tampoco era una miseria, ¿pero sí suficiente dinero como para treparse a un poste de luz y quitar los carteles del rival? ¿No alcanzaban los perros?
Balán dijo todas las cosas correctas, pero sus acciones expusieron su amor por el dinero, que superaba su amor a Dios. Una burra que hablaba tuvo que salvarle la vida.
¿Qué hará falta para salvarte a ti del amor al dinero?
NO DEJES DE LEER
Números 22-24
Revisa la profecía de Balán referente a Israel (Números 23: 18-25). Pero esto no fue todo. Cada vez que abría la boca, Dios lo forzaba a bendecir a Israel (Números 24).