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¡Qué gran privilegio tuvo Abraham de recibir a dos ángeles y al Hijo de Dios en su tienda de campaña! A la distancia los distinguió y los atendió de la mejor manera posible, hasta comieron juntos. El patriarca demostró ser una persona servicial. En primer lugar, corrió para invitarlos a que permanecieran en su hogar. Después, manifestó deferencia en su saludo -Abraham era oriental-. Posteriormente, decidió atenderlos personalmente, aunque tenía muchos siervos no quiso que ellos sirvieran a los delegados celestiales. En seguida, fue de prisa con su esposa a pedirle que preparara el pan. Él mismo eligió el mejor de los becerros, lo preparó y sirvió la mesa para comer con los inesperados huéspedes.
Puedo destacar que el buen anfitrión no era un joven, estaba cerca de cumplir cien años y corría como un jovencito de un lugar a otro para hacer lo mejor en el menor tiempo posible. Sería buena idea que imitaras su actitud de presteza. Te animo a que te distingas por una excelente disposición para servir en los deberes de tu hogar. Si manifiestas espontáneamente tu interés por servir, favorecerás que la vida en tu hogar sea más placentera, pues todo fluirá naturalmente y las responsabilidades no se limitarán a tus padres. Considera que formas parte de un equipo: tu familia. Así como en un equipo de futbol cada jugador desempeña una función, en la familia cada uno tiene una responsabilidad para el bienestar común.
Además del servicio en tu casa, puedes servir directamente a Jesús cuando auxilias a cualquier persona en algún apuro, desde ofrecer un vaso de agua, hasta ayudar a cargar algo pesado a un anciano. Jesús declaró: «Entonces los justos preguntarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? [...] El Rey les contestará: "Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron"» (Mateo 25: 37, 40).
Por último, considero que el momento inolvidable para Abraham fue cuando comió con los mensajeros celestiales. Eso implicó tener una conversación amena. Actualmente, este es también tu privilegio. Jesús toca a la puerta de tu corazón y tú puedes responder cuando decides platicar con él mediante la oración.