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Conforme conocemos mejor a una persona más podemos confiar en ella. Lo mismo ocurre con nuestra relación con Dios. A medida que leemos la Biblia llegamos a identificarnos más con su carácter y eso nos da confianza. En la cultura hebrea, los nombres de las personas transmitían una característica de la personalidad. Dios es tan grande que un solo nombre no puede revelarnos todas sus buenas cualidades. Existe un libro que se titula Los 365 nombres de Cristo, para destacar todas las virtudes del Señor. ¡Te imaginas! Un nombre para cada día del año.
Previamente, descubrimos que un nombre de Dios es El Shaddai que significa «Dios Todopoderoso». También, en Génesis 14: 19, 22 encontramos la manera como Melquisedec se refiere a Dios: El Elyon que significa «Dios Altísimo y Creador». En esta ocasión, descubrimos a Dios como El Olam, quiere decir «Dios Eterno». ¿Qué nos transmite este nombre? Que Dios tiene vida en sí mismo. Todo lo que nos rodea es pasajero, pero él permanece para siempre. Su eternidad se manifiesta en su constante amor para nosotros. Él es el mismo ayer, hoy y mañana. Es el Dios del pasado, del presente y del futuro. Reconocerlo como tal nos da seguridad, pues mucha gente vive angustiada, con temor al futuro. Después de todo, nadie puede predecir el futuro, sino solo Dios. Él te asegura hoy que tu futuro está en sus manos. Por lo tanto, una evidencia de vivir por fe es cuando dejamos de preocuparnos y confiamos plenamente en el Señor.
Ahora Abraham ya conocía tres nombres de Dios. Conocer más de Dios nos permite adorarlo mejor. Su experiencia puede ser la nuestra. La parte final de Génesis 21 nos presenta a Abraham viviendo en Beerseba (tierra de los filisteos). Se estableció ahí un buen tiempo, unos quince años. Isaac no nació en la tierra prometida. Aun antes de poseer la tierra prometida, Dios protegió y prosperó a Abraham en todo lo que emprendía, al punto de que la gente lo notaba. Abimelec y Ficol le dijeron: «Vemos que Dios te ayuda en todo lo que haces» (Génesis 21:22). Puedo imaginar el rostro siempre radiante de Abraham. En realidad, para Abraham, no vivir aún en la tierra prometida, pero contar con la presencia de Dios era tenerlo todo. Hoy nosotros aún no estamos en la Patria celestial, pero Dios promete bendecirnos siempre.