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Josué murió cuando tenía 110 años con la satisfacción de haber cumplido la misión que Dios le encomendó. Como despedida, exhortó a Israel a obedecer a Dios. Sus palabras se registran en los últimos dos capítulos de su libro. La frase clave es: «Servid a Jehová». ¿Por qué esperaba que Israel sirviera a Dios? Porque al repasar su historia, todos podían coincidir que Dios siempre obró milagros a su favor, desde el llamamiento a Abraham de tierras idólatras, seguido del nacimiento de Isaac, hasta establecerse en su destino. La Biblia afirma categóricamente: «El Señor les dio a los israelitas todo el territorio que les había prometido bajo juramento a sus antepasados, y ellos se establecieron y vivieron allí» (21: 43).
Otras razones específicas de hechos divinos a favor de Israel son, en primer lugar, el reconocimiento de que no dependieron de sus «armas» para poseer la tierra sino de las armas de Dios. Una de ellas fueron las avispas. Cuando Israel estuvo en el monte Sinaí, Dios le anticipó su estrategia para concederles el triunfo: «Delante de ti enviaré a la avispa, para que a tu paso despeje a los jivitas, cananeos e hititas» (Éxodo 23: 28, RVC). Ahora, Josué le dio el crédito a Dios al reconocer que efectivamente, esa fue una clave para vencer a los enemigos: «Envié delante de ustedes la avispa, y ella echó de delante de ustedes a los dos reyes de los amorreos. Esto no fue con su espada ni con su arco» (Josué 24: 12, RVA-2015).
Otra razón para ser fieles a Dios tiene que ver con la bondad del Señor de concederles «la mesa puesta» en Canaán. Ya Moisés había anticipado que iban a establecerse en ciudades que no habían edificado, iban a disfrutar bienes por los cuales no habían trabajado, cisternas que no habían cavado y comer frutos cuya semilla no habían sembrado (Deuteronomio 6: 10-12). Ahora la promesa se cumplió: «Yo les he dado una tierra por la cual ustedes no trabajaron con dureza, unas ciudades que no edificaron y en las cuales habitan. Y comen de las viñas y de los olivares que no plantaron"» (Josué 24: 13).
Como Israel, nosotros podemos reconocer la intervención divina en cada etapa de nuestra vida; nuestra historia personal lo atestigua. Él tiene planes supremos para ti, por lo tanto, lo más sensato es obedecerlo.